lunes, 9 de noviembre de 2009

La vida cotidiana

Antes de entrar en materia, pido disculpas a aquellos que puedan haberse preguntado qué pasaba con este blog que no se actualizaba desde hace casi dos meses. Al menos sé que mi amiga Livia, del IESA y ahora en Madrid, lo hizo públicamente en Facebook hace poco. Así que al menos UNA persona está pendiente. Eso es motivo suficiente para esta disculpa. ¿La razón para tanto tiempo de silencio? Pues un poco de todo. Falta de inspiración y/o ganas. Trabajo a tiempo completo en la oficina, para regresar al trabajo a tiempo completo en la casa. Y también que el tiempo que uso normalmente para escribir el blog, los 30 minutos de viaje en metro a la oficina, los he dedicado a la lectura de un libro interesantísimo de un escritor francés llamado Daniel Pennac sobre los alumnos con dificultades en la escuela. Por supuesto, lo estoy leyendo en catalán, ya que no tengo tiempo de estudiar... El asunto es que leer es otro de los placeres que la maternidad me ha puesto en lista de espera...

Pero bueno, hecha esta aclaratoria y pedidas estas excusas, copio aqui el blog que escribí hace unos días, cuando se me quedó mi libro en la casa...

Que dificil es conciliar la vida cotidiana con la vida ideal. No es sólo que el día a día no nos da tiempo de hacer lo que queremos, sino que no nos da tiempo de vivir como queremos.
Todo requiere cierta planificación y aquellos que nos conocen pueden atestiguar que ese no es nuestro fuerte como familia. ¿Cuánto tiempo se van a quedar viviendo en Bogotá/Buenos Aires/Miami? No lo sabemos. ¿A dónde se irán después? No lo sabemos. ¿Dónde quieren vivir? No lo sabemos.
Podemos diseñar estrategias de comunicación para enfrentar posibles crisis de los clientes, podemos planificar el trabajo de la oficina, ¿pero nuestra vida?, eso no.
En el caso concreto de nuestra vida en Barcelona sentarnos a planificar un futuro concreto es casi imposible. Para nosotros, digo. A lo mejor otros, en nuestras circunstancias, no podrían vivir sin planificar. Y no sólo es que muy pocas veces tenemos el tiempo de sentarnos a hablar de eso, es que casi nunca tenemos la disposición anímica para hacerlo. Para eso, hay que superar la vida cotidiana, las pequeñas crisis diarias que nos dejan agotados. Los vómitos nocturnos, las diarreas diurnas, los llantos a todo pulmón sin razón alguna, o con ella. Las citas médicas, las terapias, el trabajo, la cachifeadera, etc., etc.
Hay un tema en concreto que nos atormenta o más bien, nos persigue, desde hace tiempo: el tener un lugar propio. Ustedes dirán, pero es que tener un lugar propio no es compatible con la vida de gitanos que ustedes llevan. Precisamente. En cada país que hemos estado, hemos visto lugares para comprar. Nos decimos que siempre puede ser una inversión cuando nos vayamos, pero luego la perspectiva de administrar el alquiler de un lugar y pagar hipoteca a distancia nos desanima. Y es que si uno sabe que no va a estar en un lugar más de dos años tampoco vale la pena.
Y así estamos ahora, con la pequeña diferencia que aquí no tenemos fecha de partida. Lo que no significa que nos vayamos a quedar a vivir aquí…
Pero además, tampoco tenemos trabajo estable, lo que dificulta un poco la obtención de una hipoteca.
Pero el tema de este blog era otro, aunque no lo parezca porque ya va medio blog…
Y es que cuando pensamos en un lugar propio, o en cualquier otro lugar al que nos vayamos después de éste donde vivimos ahora, no logramos decidir si sería en la ciudad o en las afueras. O lo que es lo mismo, si prevalecerá nuestra comodidad o la de nuestros hijos. Me explico, para nosotros es mejor vivir en la ciudad por el trabajo que esperamos conseguir. Yo no quiero tener que viajar una hora en tren para después agarrar metro para llegar a la oficina o a mi casa en dos horas.
Pero para los niños, vivir en las afueras significaría tener un patio, o mejor aun, un jardín. Y más libertad en general para ir caminando al colegio y demás. Y esto no son especulaciones, cada vez que vamos a Vilanova sentimos que ellos son felices y Manuel nunca se quiere ir.
Y además está el tema de las escuelas. Barcelona está saturada y nuestro caso es una prueba de ello (si no sabes de qué hablo busca el blog anterior sobre el calvario de las escuelas). Sin mencionar que el alquiler sería mucho más barato.
Yo siento que quizás durante sus años de infancia deberíamos vivir en un lugar para ellos, pero no logro superar el rechazo a lo que los ingleses llaman el "commuting" o sea, el viajecito diario.
¿Y Yolanda?, pues estaría igual de bien. Posiblemente habría que venir a Barcelona de vez en cuando a los médicos y así, pero nada que no se pueda manejar.
Pero para colmo de contradicciones, José y yo tenemos un sueño común: comprarnos una masía (casas de campo, de un viñedo o una siembra) y remodelarla por dentro y restaurarla por fuera. Con mucho terreno para sembrar y tener animales y que nuestros hijos tengan mucho espacio al aire libre para jugar. Pero es un proyecto que necesita tiempo y dinero, y ahora no tenemos ninguno de los dos. Suena más como un proyecto de jubilación... pero entonces ya nuestros hijos no serán pequeños...
Así que ese es el dilema que ocupa ahora nuestras vidas. Mudarnos a un lugar con jardin, lo que implicaría salir de la ciudad y ver a nuestros hijos jugar felices mientras nosotros hacemos viajes diarios de tren calándonos los retrasos y los apurruños.
O quedarnos en la ciudad viendo a nuestros hijos mirar por la reja del balcón y llegando en media hora a la oficina.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tengo otra pareja

Tengo una nueva pareja… y también se llama José. Bueno, Josep (se lee yusep).

Pues es mi nueva pareja linguística, asignada por el Consorci per a la Normalització Linguística de la Generalitat de Catalunya.





El programa "Voluntariat per la llengua" (creo que en Venezuela no se le hubiera puesto ese nombre a ningún programa…), es un programa de voluntarios que dedican su tiempo a conversar con personas que, como yo, tienen conocimientos básicos de catalán y desean practicar en un entorno real. Podrá tener sus detractores y puede que no funcione a las mil maravillas, pero yo no tengo ninguna queja. Por el contrario estoy encantada.

Cuando mi profesora de catalán me preguntó si quería inscribirme, yo respondí que sí con entusiasmo, pero dudaba de si podría mantener una conversación de una hora seguida en catalán. Igual, ella me dijo que no esperara que me contactaran inmediatamente, que podían pasar unos meses antes de que procesaran mi solicitud y antes de que consiguieran a una persona que se ajustara a mi disponibilidad y le viniera bien mi ubicación. Así que yo me confié en que tenía un tiempo más para mejorar mi catalán.

Pero cuál no es mi sorpresa cuando una semana después de terminado el curso B2, recibo un e-mail del Programa anunciándome que tenían una pareja para mí. Me daban su nombre y su teléfono y me recomendaban que esperara unos días antes de llamarlo para asegurarme de que él también hubiera recibido la información.

A la mañana siguiente, sola con los tres niños, entre leche derramada, gritos y llantos y apurada porque teníamos una cita con la nueva profesora de Yolanda, me llamó Josep. Me agarró completamente fuera de base. Fue muy amable pero algo seco, como muy ejecutivo (si, recibí la información, nos vemos esta tarde a las 7pm en la estación de metro de Poblenou). A mi no me salía el catalán. Dije cualquier cosa. Me sentí como una tonta y pasé todo el día pensando en que el pobre señor estaría arrepentido de haberse metido en esto. Seguramente estaría pensando algo como: "Esta no habla nada, ¿cómo se supone que vamos a conversar durante una hora?"

Pues cuando llegué a la estación de metro me puse a buscar un señor mayor. Aunque su voz no sonaba como de persona mayor, yo tenía la idea de que las personas que eran voluntarias eran jubiladas. Y estaba a punto de acercarme a un señor muy mayor que estaba como esperando a alguien junto a la salida del metro cuando sonó mi celular (o mi móvil, como dicen aqui) y era Josep que se acercaba justo detrás del señor al que yo me iba a acercar. Pues de viejo, nada. No será mucho mayor que yo. O sea, un joven adulto…

No diré que fue amor a primera vista , pero nos caímos bien desde el primer momento y mi catalán, básico como es, fluyó relativamente bien.

Resulta que una de las primeras cosas que hizo Josep fue… disculparse por su catalán! Según él, era poco académico, de la calle, y como tal, contaminado por el castellano.

El asunto es que en los tiempos de Franco, estaba prohibido el catalán. En las casas catalanas se hablaba el catalán, por supuesto, como resistencia orgullosa al dictador, pero no se enseñaba catalán en las escuelas ni se permitía la edición de libros en catalán. Por lo tanto, nada de gramática catalana. Cuando los niños de la época franquista crecen y el catalán vuelve a la vida pública, se encuentran con que no saben escribirlo y les cuesta mucho leerlo. Y tengo que acotar aquí que el catalán no es nada fácil de escribir…

Pues Josep tuvo que estudiar catalán después de viejo para poder seguirle el trote a sus hijos que lo corregían a cada rato. Aun así todavía dice la hora como se dice en español. Lo dice en catalán, pero como se dice en español. Y es que en catalán no se dice las ocho y media, por ejemplo. Sino que se dice dos cuartos de nueve. Asi, decir las "vuit i mig" es formalmente incorrecto, pero informalmente aceptado.

Hasta la profesora Emilia, mi encantadora y excelente profesora del B2, tuvo que estudiar gramática catalana de joven.

Nada como empezar a conocer un país para descubrir cosas interesantes.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Mi vida en cajas

Me vine una semana a Venezuela a descansar. Sin hijos y sin esposo. Mi esposo casi que me obligó a venir, porque me sentía culpable por dejarlo solo con los tres niños. ¿Cómo iba a hacer para hacer el programa de radio y seguir su entrenamiento? Me sentía como una madre desnaturalizada porque yo sí que me quería venir. Sabía que iba a extrañar a mis hijos, pero necesitaba extrañar a mis hijos.

Después de tres meses de vacaciones de verano, en las que Jose se fue de viaje en dos ocasiones por casi una semana cada vez, estaba lista para desconectarme. Soñaba con poder dormir hasta la hora que quisiera sin tener a un enano gritándome en la pata de la oreja "maaamiiiii!!! ya es de día! hora de levantarse!" o poder dormir toda la noche sin levantarme a punta de llantos a las 3 de la mañana. También quería pasar tiempo con mi abuela sin tener que correr detrás de un niño inquieto, ir al cine sin preocuparme de lo que me iba a costar la niñera, conversar horas con mi hermana sin interrupciones por la hediondeza de un pañal, ir a la playa y poder leer un buen libro, etc., etc.

Bueno, casi todo ha sido asi. Lo de dormir hasta la hora que quisiera, o sea, después de las 7am, no ha pasado, simplemente porque mi cuerpo no se dio por enterado. A las 6:30am abro el ojo todos los días. Eso si, nadie me quita el placer de remolonear en la cama o de agarrar un libro y leer hasta que el hambre me obligue a bajar a desayunar.

Entre las cosas que decidí hacer en este viaje de ocio, estuvo ponerme a revisar unas cajas que tienen años en casa de mi hermana con cosas nuestras. Por una razón o por otra, parte de nuestras mudanzas han terminado en esta casa. Y siempre hemos tenido el sentimiento de culpa de estar abusando de mi hermana por tenerle la casa inundada de cajas. Así que las saqué de donde las tenía guardadas, me tomé un antialérgico, me puse un tapabocas y me enfrasqué en la revisión de las cajas.

La verdad es que no me había dado cuenta de la verdadera dimensión de lo que iba a hacer. Las cajas se convirtieron en una máquina del tiempo. Revisar la primera me tomó casi dos horas. Fueron dos horas sentada en el piso leyendo carta tras carta, diario tras diario, viendo fotos de viajes. Desde que abrí la primera, me transporté diez años atrás, incluso más, porque había fotos y papeles de mi infancia. Resulta que las cajas no eran sólo de mis mudanzas, eran mi cuarto de niña y adolescente vaciado en paredes de cartón.

Mi intención inicial era deshacerme de aquellas cosas que por el tiempo hubieran perdido su importancia o su valor decorativo. Pero me encontré con todo lo contrario, con cosas que no tenían mucha importancia pero tenían toneladas de valor sentimental. No podía botar nada. No quería botar nada.

Entonces me enfrenté a cajas con libros. Pensaba que eso iba a ser lo más fácil de resolver. Si no hemos tenido estos libros durante años, es porque no los hemos necesitado, pensaba. Los donaré al Banco del Libro. Deshacerme de los libros era la manera más fácil de reducir el lote de cajas. Había porlo menos cinco cajas grandes de libros. Pero ahi también estaba equivocada. La mayoría de los libros tenían una historia detrás o seguían siendo interesantes para mi. Otros estaban dedicados. Otros simplemente eran muy bonitos.

Me debatía. Los libros son parte de nuestra vida. Ambos somos comunicadores. A ambos nos gusta leer y escribir. Yo estudié producción gráfica. Yo amo los libros por lo que son, además de por lo que contienen. ¿Cómo podía deshacerme de algo que nos identificaba como personas? Ahi estaban mis colecciones de revistas, unas que produje yo, otras que leia con fervor, otras que hicieron amigos. Las novelas, los cuentos, los ensayos...

Entonces me pregunté ¿por qué no puedo tener una biblioteca donde guarde todos estos tesoros? una de esas bibliotecas de los abuelos, con libros del suelo al techo que huelen a papel y a cuero, con butacas cómodas para abandonarse en el placer de la lectura. La respuesta llegó solita... porque la vida que escogí, de gitana perpetua, no es la más adecuada para formar una biblioteca de vida.

No tiene mucho sentido mudarse cada dos o tres años, cargando con cajas de libros, además de las cajas de juguetes, ropa, cuadros, adornos, fotos, cosas de cocina, etc., etc. Por más que amemos esos libros, no los leemos. Nunca podré tener esa biblioteca, simplemente porque primero tenemos que estabilizarnos y escoger un lugar del mundo como hogar permanente. Y aunque yo quisiera creer que Barcelona es ese lugar, aun no lo puedo asegurar.

Asi fue que cerré las cajas y escribí con un marcador permanente "LIBROS DONAR". Mientras hacía eso, le mandaba mensajes de texto a José contándole el desgarramiento que sentía, el dolor que me daba deshacerme de todos esos libros. Buscaba que me dijera algo que me convenciera de seguir abusando de la casa de mi hermana y quedarme con los libros. Y lo que me dijo fue algo así como "pero no los botes, dónalos".

Si, eso es lo que pensaba hacer...

viernes, 21 de agosto de 2009

La relatividad de la riqueza

No hay frase más cierta que aquella que dice "todo es relativo en la vida". Todo es relativo a tus circunstancias, a tu estado de ánimo, a la gente que te rodea. Quizás por que creo firmemente en eso, nunca he podido entender los extremismos. Y no tolero la intolerancia, jejeje.

El hecho es que a medida que uno crece, o envejece y cambian sus circunstancias, cambian las definiciones de las cosas. Ciertos conceptos se modifican y algunos principios se hacen un poco más flexibles. Si hay alguien que haya tenido hijos y no esté de acuerdo conmigo, que me lo diga.

Por ejemplo, mi concepto de la riqueza ha cambiado mucho en el tiempo. Cuando era pequeña y vivía en una casa grande con dos personas de servicio doméstico (sin contar con el eventual jardinero), iba a un colegio privado, viajaba a Europa todos los años, y había siempre un carro (auto, coche) de repuesto en la casa, la riqueza era tener unos carros más lujosos o una casa mas grande, ropa más elegante, viajes más exóticos, obras de arte más costosas. Es decir, la riqueza era lo que ya tenía pero en superlativo.

Cuando comencé a trabajar, la riqueza se convirtió en tener el dinero suficiente para vivir sola con las mismas comodidades que en casa de mis padres. Vale decir que nunca me mudé sola.

Cuando me casé, la riqueza era estar juntos, podernos ir de viaje a cada rato y tener un apartamento cómodo. Creo que fuimos ricos muchos años...

Cuando tuve hijos, la riqueza era poder viajar en primera clase o en clase ejecutiva. Y no por frivolidad u ostentación, sino porque viajar con bebés en clase turista (amamantar, cambiar pañales, dormirlos en brazos, etc) es muy incómodo. Vale decir que aquí nunca fuimos ricos… y eso que viajábamos mucho...

Hoy en dia, a los 41 años, con tres hijos pequeños y empezando una nueva vida en Barcelona, mi concepto de riqueza sólo incluye una cosa. Una sola cosa. Una persona que llegue a mi casa a las 8 de la mañana y se vaya a las 9 de la noche todos los días. Que mantenga la casa limpia, ordenada, la ropa lavada y planchada. Nos prepare el cafecito de la mañana y de la tarde. Lave los platos. Nos ayude a llevar y traer a los niños al colegio y a bañarlos antes de acostarlos.

Ya no me importa si viajo en primera, si tengo carro, si vivo en casa propia y si ésta es grande o pequeña. Me importa no tener que limpiar y lavar todas las noches después de acostar a mis hijos. Me importa que no se me acabe la paciencia con mis hijos porque estoy cansada. Me importa que mis hijos puedan jugar en el suelo de cualquier lugar de mi casa sin que me preocupe la suciedad. Por ahora, no tenemos esa riqueza.

De la siesta y otras cosas

Nunca en mi vida fui de dormir siesta. Nunca lo necesité. De hecho, si dormía de día me levantaba con dolor de cabeza. No se si alguna vez formulé este pensamiento, pero mirando en retrospectiva, creo que yo consideraba que dormir siesta era de flojos o de trasnochadores. Parecía protestante yo, en vez de la niña de colegio católico de monjas que soy... O que era.

Después de tener a mi primer hijo, comencé a desear el sueño como a un bien de lujo. Para cuando tuve el tercero, dormir se había convertido en algo así como el Santo Grial, en algo deseado, pero nunca alcanzado. Y sin embargo, seguía sin dormir siesta.

No se si era yo, pero nunca conseguía que mis tres hijos durmieran al mismo tiempo, lo que significaba que siempre había uno despierto... Y yo con él... O ella…

Y entonces nos mudamos a Barcelona. Y ahora vivo en el mundo de la siesta vespertina de una o dos horas diarias. Y se ha dado el caso de una siesta de tres horas.

Hay varios factores que se juntaron para que esto fuera asi. Los horarios españoles donde todo abre tarde y cierra tarde con el intervalo de 2 a 5pm para la siesta. El hecho de que José está en la casa a esa hora y era el único que podía obligar a Manuel a dormir. Las idas a la cama alrededor de la medianoche haciendo las cosas que no se pueden hacer con los niños alrededor (o sea, limpiar, doblar ropa, revisar facebook, etc… y de vez en cuando, simplemente estar junticos). Los entrenamientos matutinos que unidos al ritmo incansable de los niños nos dejan agotados el resto del día. Y por supuesto, el desempleo. El delicioso desempleo (Ojo, delicioso por ahora que sólo van cuatro meses. Dentro de seis meses hablamos). De hecho, en los días que no puedo dormir siesta por el trabajo ocasional o alguna cita o compromiso, me convierto en una zombie insoportable.

Ultimamente Manuel ha comenzado a rebelarse. No lo culpo, en estas vacaciones tiene muy poca actividad física. El pobre obedece a la orden de ir a dormir, pero después de que lleva media hora dando vueltas en la cama sin poderse dormir, llega el inevitable "mami, no tengo sueño". Por lo general yo me acabo de dormir y por lo general le respondo con una frase tan egoísta como antipática: "sigue intentando, cierra los ojos y quédate calladito". La sola posibilidad de quedarme sin siesta elimina de un plumazo todo el instinto maternal.

Pero ya no se puede obviar esta situación, por lo que le he sugerido que se lleve un libro a la cama y se entretenga mientras nosotros dormimos. Y ha funcionado… por media hora… asi que estamos igual.

El tema de la inactividad física me preocupa un poco. Cuando decidimos no inscribir a los niños, especialmente a Manuel, en un campamento de verano (un casal como dicen aqui) hicimos muchos planes. Los casales son muy caros, así que siempre iba a ser más barato hacer paseos en tren o por la ciudad. Con lo que no contábamos era con las actividades de los adultos. Entre el programa diario de radio de Jose en las mañanas y mis clases de catalán en las tardes, no nos queda mucho tiempo para hacer planes. El periodo de tiempo que tenemos libre es entre las 11am y las 5pm, que son las horas de más calor y además, Yolanda y Jorge si tienen que dormir la siesta. El asunto es que el pobre Manuel se aburre y acumula energía, es decir, se pone insoportable!

Eso si, si no duerme la siesta, no da tanta guerra para dormir en la noche. Hay que mirar todas las caras de la moneda...

Asi es que todo apunta a que los tiempos felices de la siesta española se acabaron… al menos para uno de los dos adultos de esta casa.

Las pequeñas cosas

Este blog lo comencé a escribir hace un mes. Mi estado de ánimo no era el mejor y cuando llegué a la parte quejona lo dejé, porque me gusta regodearme en la autocompasión, pero prefiero hacerlo en privado.
Así que hoy lo retomo con otra visión. Aquí va.


Las pequeñas cosas


Nos tenemos que dar con una piedra en los dientes.

Me acabo de despedir de mi familia en pleno a la entrada del edificio para ir a la oficina. Ellos iban a llevar a Yolanda a la guardería, que es la única que todavía tiene actividad escolar. Jorge y Yolanda gritaban "adios mamá!" y se despedían con la mano, mientras Manuel lloraba agarrado al coche porque no podía venir conmigo. Jose, guapísimo con casi 10 kilos menos, en su rol de padre y esposo amoroso.

Aun no cumplimos cuatro meses de haber llegado a Barcelona y nuestra vida va en camino de estar muy bien resuelta. Los niños están todos inscritos en colegios (Yolanda finalmente quedó en el mismo colegio que Manuel). Yolanda ya está insertada en el sistema de atención precoz de Cataluña. La familia de José ha creado un microsistema de planes de fin de semana, actividades y juegos para los tres.

Yo tengo un pie en el mercado laboral con mi mini trabajo de la Fundación de Sindrome de Down, que disfruto mucho y además es una gran escuela. El catalán va progresando y creo que lograré un nivel aceptable en poco tiempo.

José está feliz con sus cursos de cocina y pronto comienza el curso de chef en serio. Mientras tanto creó una compañia con la que hace trabajos free-lance de comunicación y acaba de conseguirse un programa de radio diario de dos horas.

Esas son las grandes líneas que definen la felicidad: pareja, hijos, familia, casa, trabajo. Pero entonces viene la letra pequeña, las cosas mezquinas que lo hacen a uno sentirse culpable por no ser completamente feliz cuando tiene todo lo importante.



Hasta aqui escribí hace un mes. Hoy lo retomo tratando de mantener cierto grado de honestidad en este blog.

Hablaba de las cosas pequeñas. Que si estás gorda, que si cachifeas mucho, que si no tienes vida, que si no puedes salir al cine o a comer con tu pareja, que si te hace falta la vida con amigos de toda la vida.

Tengo que reconocer que he pasado por momentos duros en los que estas pequeñas cosas se han convertido en montañas y me han tapado la visión de conjunto. Son los árboles que no me dejan ver el bosque.

Pero, como dice el joropo "hoy todo me parece más bonito, hoy canta más alegre el ruiseñor".

Eso si, pueden estar seguros de que habrá más autocompasión, habrá más momentos en que me pregunte, o nos preguntemos, si hicimos lo correcto. Esta vaina no es fácil. Y sería ingenuo de mi parte pensar que lo va a ser pronto. Creo que nos queda un tiempo relativamente largo antes de que lo hayamos logrado.

Pero como dice José, lo importante es la dirección del cambio, no la magnitud.

miércoles, 15 de julio de 2009

Bueno por conocer

(Esta entrega tiene más de una semana escrita sin tiempo de publicarla. Ahora comenzaron las vacaciones de verano y junto con el curso intensivo de catalán, !no queda tiempo ni para el blog!)

Que distinta es mi nueva Barcelona de mi vieja Barcelona. Bien dicen que no es lo mismo ser inmigrante que ser turista.

Pero no me malinterpreten, me gusta mucho mi nueva Barcelona, pero es muy distinta. Con decir que en tres meses que ya llevamos aqui, no he ido ni una vez al barrio gótico. A la Sagrada Familia la vi de refilón cuando iba en camino a una cita de Yolanda.

Mi antigua Barcelona era una ciudad de caminares sin prisa y sin fin, de intensas sensaciones, de constantes asombros ante la diversidad y originalidad de sus construcciones. De manifestaciones culturales en cada esquina.

Recuerdo que al final de mi primera visita a Barcelona con mi amiga querida Ana Maria, le dije que me encantaba el espíritu de esta ciudad y que algún día me gustaría vivir aquí. No muy original yo, la verdad. Pero mira tú que la vida me lo cumplió… pero me trajo a otra Barcelona.

Ahora vivo en una Barcelona de parques infantiles en cada esquina, de sesiones de ejercicio en el paseo marítimo, de horarios incompatibles del trabajo con guarderías y colegios, de facturas de celular, agua y luz, de mercados diarios, de presupuestos justos, de caballitos (y carritos, motos, delfines, etc.) de monedas, de zoológico, de aquarium... En fin, una Barcelona de pareja sin trabajo fijo y tres niños pequeños.

Que Barcelona es una ciudad bohemia y culta nos porfiaba un amigo el otro día. Depende de cuál ciudad veas respondía mi esposo. La ciudad de los borrachos que dejaban diariamente el paseo marítimo lleno de basura, bolsas de MacDonald vacías y de botellas de cerveza? La ciudad de los dueños de perros que, teniendo un espacio especialmente asignado para el esparcimiento y las necesidades de los perros, no recojen los desechos de sus animales y dejan el parque lleno de excrementos? La ciudad en la que los colegios terminan a las 4:30pm y las oficinas a las 7pm?

Pero es que podemos ver el vaso medio lleno, pensé yo. Es la ciudad en la que a las 7 de la mañana hay un batallón de gente limpiando las playas y el paseo marítimo. La ciudad en la que HAY espacios asignados para las necesidades de los perros. La ciudad del bicing.

La ciudad en la que hay una campaña de la Generalitat llamada "Llegir ens fa lliures" o "leer nos hace libres" en la que distribuyen fragmentos de libros de autores catalanes en las estaciones de metro y de tren. Gracias a estos mini libros he podido sentir que el ser intelectual que vivía dentro de mi no ha muerto. Además de descubrir autores catalanes interesantísimos he practicado catalán en el metro y en el tren.

Además, Barcelona es una ciudad con mucho estilo. Y esto podrá sonar superficial y banal, pero es muy agradable circular por un lugar donde pareciera que trabajan los más creativos publicistas, los mejores diseñadores gráficos, los mejores fotógrafos y arquitectos. Pareciera que el Ayuntamiento y la Generalitat han hecho un punto de honor hacer las cosas con estilo. Posiblemente muchos estén en desacuerdo conmigo y les parezca que todo esto que estoy escribiendo esta equivocado. Pero bien dicen que la belleza está en el ojo de cada cual (beauty is in the eye of the beholder). Y ultimadamente este es mi blog y si quieren discrepar, ahí está el espacio para los comentarios.

En definitiva, lo que quería decir con todo esto, es que hasta ahora, con sólo tres meses de estar aqui, me encanta Barcelona, y me encanta más que no sea perfecta pero que quiera serlo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Deliciosas sorpresas del crecer

Los hijos no dejan de sorprenderlo a uno. Crecen sin que uno se de cuenta y de golpe y porrazo. Y en el proceso hacen cosas que uno no se espera y que te dejan un saborcito mixto. Por un lado da orgullo ver lo bien que crecen y por el otro da tristeza ver lo bien que crecen.
En su ansia por crecer imitan todo lo que uno hace. Aquí va un ejemplo de cada uno de mis retoños.

Hace unos días estábamos en el metro toda la familia. Cualquiera que haya estado en Barcelona sabe que la red del metro es muy eficiente y cubre toda la ciudad, pero sólo alguien que haya viajado en el metro con coches de bebé o con maletas pesadas habrá notado lo difícil que es viajar en metro. Es igual en Londres y supongo que en cualquier ciudad en la que hayan construido el metro antes de la invención del ascensor. El tema es que hay que cargar el coche con niño y todo escaleras arriba y escaleras abajo varias veces en un solo viaje (Lo bueno, es que eso es mejor para los músculos de mis brazos que una sesión de planchas en el parque de Key Biscayne con Yuri). Y muuuy pocas veces alguien se ofrece a ayudarte. Así que José y yo ya tenemos perfeccionada la técnica para cargar cada uno un coche sin que los niños se sientan a punto de irse escaleras abajo. Lo malo es que Yolanda y Jorge pesan casi lo mismo, así que José no puede hacerle el caballeroso y dejarme el más liviano...

Decía entonces que estábamos en el metro y por primera vez decidimos llevar a Yolanda en la plataforma que se le anexa al coche de Jorge. Hasta ese día sólo la habíamos usado para ir y venir por Poblenou, a la guardería y eso. Pero nunca para ir en transporte público. Una de esas cosas del crecer. Pensamos que ya Yolanda estaba lista para recorrer distancias más largas en la plataforma. Y cuán lista estaba. La primera vez que tuvimos que cargar el coche, la niña se puso muy dispuesta a un lado del coche y lo agarró para cargarlo. Casi no pudimos seguir de los besos que le dimos.

Habíamos decidido que no le hablaríamos a Manuel del síndrome de Down hasta que él no preguntara. No era que no tocábamos el tema, de hecho, hablábamos de eso con toda naturalidad aunque él estuviera presente, pero hasta que él no preguntara no se lo íbamos a explicar. Y ya lo hizo. Le preguntó a su papá por qué Yolanda iba tanto al médico y a las terapias. Y José le explicó y después yo también le hablé. Le comparamos el síndrome de Down con un juego. "Imagínate dos juegos iguales, pero uno vino con las instrucciones un poco diferentes al otro. Puedes jugar con ese juego y también te puedes divertir mucho con ese juego, pero va a ser un poquito diferente al otro juego. El síndrome de Down no es una enfermedad. Simplemente es una forma de ser". El no pareció muy preocupado ni angustiado con la explicación e inmediatamente empezó a jugar con otra cosa. Nosotros nos quedamos un poco descolocados con su actitud porque no preguntó más e incluso pareció perder interés en el tema. Pero a partir de ese día se toma el tiempo de enseñarle cosas a Yolanda. Por ejemplo "tu te llamas Yolanda, yoo-laan-daa" o "mira Yolanda así se pinta aquí, ves? Sin salirte de la raya". Yo tengo que controlarme para no comérmelo a besos.

Y Jorge? Jorge nos sorprende cada día con las cosas que inventa. Es pícaro, payaso y muy ingenioso... como su padre. Yo andaba doblando la ropa y poniéndola en la cesta para distribuirla por los closets, cuando me doy cuenta de que Jorge andaba llenando una cesta pequeña con las toallas de cocina y cuando yo cargué la mía y caminé por el pasillo, él cargó la suya y caminó detrás de mí. Cada vez que yo ponía una prenda de ropa en una gaveta, él ponía una toalla de cocina al lado.

Maravillas del crecer digo yo.

martes, 16 de junio de 2009

Jo em dic Cecilia

Siempre he creído que uno debe respetar las costumbres y los usos del lugar al que uno se muda. Y tratar en lo posible de adaptarse a ellos. Uno es el extranjero, uno es el que llega como paracaidista.

Siendo coherente con esa filosofía vengo dispuesta a aprender catalán. Por más que sea un idioma que se habla sólo en Cataluña y que parece un español mal hablado, es el idioma que se habla en Cataluña. Y este es el lugar donde escogimos vivir.

Así que fui al Consorcio de Normalización Linguística (para normalizar mi situación linguística, claro está) y me inscribí en el primer curso intensivo de catalán que tenían. Empieza el 6 de julio y son 3 horas y media de lunes a jueves. Supongo que no saldré hablando catalán como una catalana, pero es un comienzo y al menos así podré estar a la par de Manuel... Es que es muy incómodo (y un poco vergonzoso) eso de que tu hijo te corrija la pronunciación y te enseñe nuevas palabras.

Pero aun asi, con mi amplia disposición de "cuando en Roma haz lo que vieres", hay algo que me molesta enormemente de estos catalanes. Es normal que te empiecen hablando en catalán, al fin y al cabo es su idioma. ¿Pero no sería de buena educación que cambiaran al castellano cuando uno les contesta? Y es que muchos te siguen hablando en catalán. Uno habla español y ellos catalán. Y he sostenido conversaciones completas en ese bilinguismo absurdo. Hasta por teléfono, donde es un poco más difícil...

A ver, no es la primera vez en mi vida que eso me pasa. Una noche de copas en Italia (hace muuuuchos años) la pasé de lo lindo con mi interlocutor hablando en italiano y yo en español. Pero hay dos diferencias con la situación actual: ninguno de los dos hablaba el idioma del otro y había mucho vino de por medio. Sin contar con el incentivo que representaba lo requetebuenmozo que era el tipo.

También, hace mucho tiempo, cuando estudiaba en Alemania en un programa internacional de posgrado, tenía la costumbre de no hablar en español con mis amigos latinoamericanos si en el grupo había alguien que no lo hablara. Un día, Jon, un amigo inglés, me agradeció el gesto, diciéndome que era muy amable y detallista de mi parte. Me sorprendió mucho que Jon lo agradeciera y lo viera como algo inusual. Para mi era lógico y sobre todo me parecía la más elemental cortesía y buena educación.

En este momento de mi vida recuerdo esa conversación y ya no me parece tan sorprendente. Puedo citar otros dos casos de catalanismo agudo. Uno es en mi oficina. Estoy trabajando en la Fundación Catalana de Sindrome de Down, un lugar donde los apellidos de la gente parecen haber sido tomados de las calles de Barcelona. O sea, que son catalanes de larga data, emparentados con la historia catalana. Obviamente, soy la única que no habla catalán. Y las reuniones de trabajo son en catalán. De vez en cuando tengo que pedir taima y explicaciones. Y cuando hago la minuta no estoy 100% segura de lo que escribo…

El otro caso es la guardería de Yolanda. Hicieron un festival, o lo que en Venezuela llamaríamos un acto de fin de curso. Me sorprendió lo bien que lo hicieron todos los niños, especialmente Yolanda (obviamente), pero más aún me sorprendió que cada salón cantó y bailó dos canciones en catalán y dos en inglés… nada en castellano…

Total, que no me dejo amedrentar. Que voy a hablar catalán como mi cuñada Lucy, que es de Coro, estado Falcón, y habla mejor que muchos catalanes. Y dentro de dos semanas estaré repitiendo en clase: Jo em dic Cecilia.

miércoles, 3 de junio de 2009

¿Pero qué dices, tía?

Es una verdad de Perogrullo decir que hay muchas diferencias culturales entre nosotros y este pais. Y digo "nosotros" sin adjudicarnos ninguna nacionalidad específica porque sencillamente no sabría qué país mencionar. La familia Baig-Neher es un ente cultural en sí mismo, sin nacionalidad definida. Entre todos tenemos pasaportes de cinco países diferentes, entre todos hemos nacido en cuatro países distintos y no hay una nacionalidad que compartamos todos en la familia.

Asi que decía que las diferencias culturales son nuchas y generalmente son bienvenidas y aceptadas con los brazos abiertos. Posiblemente esa es la razon por la que José y yo hemos sido capaces de vivir en tantos países y de ser felices en todos.

Pero creo que ha llegado el momento de dibujar una línea que diga "No Pase". Cuando están tus hijos de por medio la flexibilidad cultural ya no es tan elástica.
La línea se comenzó a dibujar el día que Manuel, mi hijo de 4 años, me dijo "te voy a canear el culo que te vas a enterar". Yo traté de contener, primero la sorpresa y después la furia, y le pregunté de dónde había sacado eso. Y me respondió con toda naturalidad que eso les decía su tutor del colegio. "Pero es en broma, mami". La palabra culo es de uso común en España, por más fea que nos pueda sonar a los latinos. La traducción literal de esa frase sería algo así como "te voy a dar una nalgada que vas a ver", que era una frase bastante frecuente en la casa de mi infancia. En esos tiempos en que nadie criticaba una nalgada o un buen sopapo. Volviendo a Barcelona en el 2009, hice de tripas corazón y lo dejé pasar en aras de la integración cultural de mi hijo.

Expresiones como "que chuli piruli", "mogollón", "venga va" y "ala venga" ya son comunes en el vocabulario de Manuel. Ya no pregunta "qué dijiste?" sino "qué has dicho?". Y a cada rato dice "pero qué haces?". Tengo que aceptar que nada de eso me gusta mucho, pero no porque sea malo, sino porque me suena muy ajeno. Supongo que sería lo mismo si viviéramos en Buenos Aires o en México. El idioma sería igual de ajeno, pero tengo que confesar, que no se por qué no creo que me molestara tanto... En todo caso, eso es algo con lo que tenemos que vivir y que viene con el paquete de la mudanza.

Pero luego vino el "es que no te enteras de nada, tia". Y ahí la línea se hizo bastante más oscura. Primero, sentí que el que me hablaba no era mi hijo de CUATRO años, sino un chulo español por la calle. Y segundo, simplemente no puedo tolerar que mi hijo me llame tía. Obviamente, yo se que él no sabe el completo significado de lo que está diciendo. Y estoy más segura aún de que no lo dice como insulto o con mala intención. Simplemente está imitando, es un mecanismo de defensa ante nuestra insensible acción de dejarlo tirado todo el día en un colegio donde no entiende nada, y no me refiero sólo al catalán, y donde aún no conoce a nadie. Lo entiendo, pero no tengo por qué aceptarlo.

Y ahí dibuje la línea con marcador permanente. La escuela y tus amigos son una cosa, tu casa es otra. Yo no soy tu tía, me entero de todo y aquí nadie le canea el culo a nadie.

Fue una conversación larga y seria.


A la mañana siguiente, después de que José lo regañó por algún desastre que hizo en el baño, la respuesta que obtuvo fue "me cago en la puta leche".

Obviamente tuvimos que recurrir a otros métodos de convencimiento. Se quedó sin cuento antes de dormir y sin juego de computadora por una semana.

Pero al menos no le dijo tío.

sábado, 23 de mayo de 2009

Mujeres que escriben diarios

En este momento de nuestras vidas cualquier cosa que ayude a reducir el estres y a despejar la mente es bienvenido. Especialmente a mi. Porque mi querido esposo parece ir por la vida con su alegría imbatible, inmutable e inmune al estres y sobre todo a MI estres. Pero yo necesito despejarme y sobre todo estar sin niños de vez en cuando. Pero más importante aún, necesito no sentirme culpable cuando estoy sin mis hijos en una actividad exclusivamente para mi.

Una de esas actividades fue ir a la peluquería a hacerme las manos y los pies. Absolutamente innecesario porque a la tercera lavada de platos y a la primera fregada del baño mis uñas ya son historia. Pero justamente por eso, entra en la categoría de "despejante de mente". Pues en eso estaba, en la peluqueria leyendo Cosmopolitan (otra de las "despejante de mente") cuando me entere de que las mujeres que escriben diarios "visitan menos las consultas, no sólo de psicólogos y psiquiatras, sino de otros médicos. Al parecer, su sistema inmunológico es más fuerte y poseen más linfocitos T, los encargados de luchar contra virus y bacterias".

Así que este blog, y ustedes que lo leen, cumple una función social. Digamos que ayudan a mitigar el daño que mi estres le puede hacer a los que me rodean… No me quiero imaginar lo que hubiera sido en este primer mes y medio de trámites y ajustes sin ustedes.

La otra actividad que he empezado a practicar en serio recientemente es el ejercicio. Y aquí tengo que decir "¡¡¡Gracias Anabell!!!" Mi amiga Anabell fue la que me metió en eso de la corredera matutina, pero no en la de levantarse, dar desayuno y vestir a los niños para salir para el colegio, el trabajo y demás, sino la corredera en el parque de Key Biscayne con el entrenador Yuri, después de que los niños estaban debidamente depositados en sus colegios. Cuando me fui de KB, Yuri me insistió mucho en que no dejara de entrenar, al parecer había hecho muchos progresos.

Pero mi amiga Anabell fue mas allá y me regaló una pulsera para que no me la quitara nunca y me sirviera de recordatorio de mi nueva religión. Pues después de mes y medio de mudada a Barcelona, con los trámites burocráticos cumplidos, comencé a profesar de nuevo. Llevo 5 días saliendo tempranito (ver foto de espectacular amanecer en el puerto de Barcelona) a hacer ejercicio y la verdad es que mi cuerpo, a pesar del par de kilos que me he metido (¿cómo se puede engordar con tanta caminadera en esta ciudad? me pregunto yo) pareciera recordar el régimen de ejercicio mayamero. He trotado sin problemas, aumentando el tiempo cada vez. Me siento tan bien que puede que me anime a acompañar a José en una aventura muy loca: correr un maraton el 25 de octubre en Castilla-La Mancha. ¿Correr? Bueno, digamos que con estar ahí y tomarme la foto con el número, me doy por satisfecha. Si lo logro terminar, así sea a las 6 horas, celebraré como loca. Y seguro que todavía tendré puesta mi pulserita.

Mi esposo tiene un nuevo proyecto: rebajar 21 kilos y correr 42 kms en 180 días. Algo así como la vuelta al mundo, pero en kilos y kilómetros. El hecho es que se inscribió en este maratón y esta entrenando muy en serio y con mucha consciencia de lo que puede hacer y al ritmo que lo puede hacer. Si les da curiosidad pueden chequear su blog (por supuesto, no se podía quedar atrás en esto de la blogósfera) que es muy bueno y muy divertido (¿podía ser de otra manera tratándose de José Baig?): www.21kg42km.blogspot.com

sábado, 16 de mayo de 2009

Yolanda la reina de la parranda


Una de las razones por las que nos vinimos a Barcelona fue la atención que podía recibir Yolanda. Y desde que comenzamos los trámites de su inserción en el sistema de atención precoz y en el educativo, todos nos han tratado de convencer de que se hace muy poco para lo que se podría hacer. Y el motivo siempre es el mismo: falta de presupuesto. Si hasta en Estados Unidos se quejaban de eso. Todos los años había convocatorias de los grupos de "advocacy" para pedir más presupuesto o para luchar contra un recorte del presupuesto. También había los que se quejaban de la cantidad de presupuesto que tenían los programas para niños con problemas de desarrollo y del poco presupuesto que tenían los programas para los niños excepcionales. En esos temas tan delicados, en los que se juega la felicidad de un ser querido, es difícil estar conforme con lo que hay.
Lo que si es verdad aquí, es que la teoría, o lo que es lo mismo, lo que dicen las páginas web, no se corresponde con lo que hay en el mundo real. Y la verdad es que no se por qué me sorprende. Si siempre es así...
Hay varios frentes que atacar: el médico, el educativo y el de atención precoz. Y en el de atención precoz están los centros de atención del gobierno y la Fundación Catalana de Síndrome de Down. Entre todos llevamos 11 citas, entre reuniones, consultas, evaluaciones, visitas, etc. Y nos faltan, que sepamos, otras 11.
Y Yolanda va conquistando corazones en todos lados. Claro, ella no ha ido a todas esas citas, pero a casi todas. Y siempre queda la gente impresionada y encantada. De su simpatía, de su viveza, de su capacidad de atención, de su nivel de desarrollo y de su ternura. Nosotros, por supuesto, como el pavo real. Y orgullosos a más no poder.
Mientras no empieza el colegio la metimos en una guardería, y las maestras están que no se lo pueden creer. Ella se integró desde el primer día, participa en todas las actividades y entiende todas las indicaciones sin problemas. La directora nos paró el otro día para decirnos que Yolanda "era una pasada", o sea, que era una maravilla (o así lo interpreté yo...).
La verdad es que Yolanda es un ser muy especial. A veces me pregunto si es así porque tiene Síndrome de Down o si es así porque ella es así y punto. Para ir por la calle con ella hay que estar dispuesto a interactuar con la gente, porque ella va saludando a todo el mundo o simplemente se les para al lado y empieza a jugar con ellos. Y la gente siempre termina hablando con uno. En el parque no hay que preocuparse por ella en lo más mínimo. Siempre encuentra con quién jugar o ella misma va y adopta a alguien. Son muy pocos los que se le resisten.
Desde que llegamos a Barcelona, pareciera que decidió empezar a hablar, porque se ha soltado de una manera impresionante. Ella siempre ha balbuceado y gesticulado mucho, pero ahora empezó a decir palabras claramente y además a poner dos palabras juntas, cosa que normalmente no parece gran cosa a los padres, pero a nosotros, que estamos pendientes de cada nueva letra que pronuncia Yolanda, el día que saludó a su abuela con "Hola abuela" nos pareció un día maravilloso.

jueves, 14 de mayo de 2009

Discriminación o xenofobia?

Yo pensaba que la xenofobia era una clase de discriminación, pero si consultamos el diccionario en internet (¿cuál otro se consulta hoy en dia?) wordreference.com, xenofobia es "odio u hostilidad hacia los extranjeros" y discriminación es "ideología o comportamiento social que separa y considera inferiores a las personas por su raza, clase social, sexo, religión u otros motivos ideológicos". Loque parece que uno peude ser xenófobo, pero no discriminar a alguien que viene de otro país. Aunque suene difícil de creer que si yo odio a alguien porque viene de China (por poner un ejemplo... aunque eso significaría que odio a un montón de gente) no lo voy a considerar inferior a mi o le voy a dar el mismo tratamiento y las mismas oportunidades que a alguien de mi mismo país.

Y siguiendo las reflexiones, me pregunto si juzgar a todo un grupo de gente según los estereotipos también es una forma de discriminar.

Se preguntarán a qué vienen todas estas reflexiones. Y es que en toda esta búsqueda del santo grial en la que se ha convertido la escolarización de mis hijos (exagero un poquito para aumentar el drama del relato, pero todo eso lo aprendí de mi abuelita, así que échenle la culpa a ella) nos hemos encontrado con una discriminación del immigrante un poco condescendiente. Escribo esta palabra porque no encuentro otra mejor para expresarlo, pero no estoy segura de que sea exactamente lo que quiero decir...

Antes de contar lo que hemos visto, tengo que aclarar que en ningún momento nos hemos sentido discriminados nosotros. Nunca he escuchado la palabra "sudaca" en el mes y medio que llevamos aquí. Y muy pocas veces nos preguntan la nacionalidad.
Este es el cuento. Si leyeron la entrega pasada, sabrán que Manuel empezó hace un par de semanas en un colegio un poco alejado de nuestra casa porque no había puesto en los de por acá. Como debe ser, el tutor (asi llaman al profesor del salón) nos convocó a una reunión para que le contáramos y contarnos (el tema de esa conversación será motivo de oootra entrega del blog... si algún día me pongo al día con todos los temas que quisiera tratar). Y una de las cosas que nos dijo, era que le parecía "chocante" que Manuel hubiera sido asignado a ese colegio. Nosotros no entendíamos nada, porque entre otras, no hubo otra opción (en el sistema público, claro). El asunto es que, viviendo nosotros en Poblenou, veníamos de otro nivel socioeconómico, o eso decía él. Nuestra primera reacción fue no darle importancia porque nos parecía que Manuel sólo podría beneficiarse de mezclarse con niños de diversas procedencias y que era bueno que se enterara de que había gente que vivía de manera diferente, por no decir, con menos.

Pero ese no era su enfoque. Los niños con problemas en la casa, nos dijo, no tenían el mismo rendimiento en el colegio y podían tener comportamientos agresivos con sus compañeros. Y el colegio se convierte más en un refugio que en un centro de enseñanza académica. Esa es otra vaina, pensé yo. Pero, y acaso en colegios de nivel socioeconómico más alto, no hay problemas en la casa? no hay acceso a las drogas porque hay con qué comprarlas? no hay abandono de los hijos por padres excesivamente ocupados con el trabajo u otras actividades?

Pero la cosa no se queda ahí. Unos días más tarde, estuve en la evaluación psicopedagógica de Yolanda por parte del departamento de Servicios Educativos, para poder asignarle un colegio de la zona. Cuando la evaluadora me preguntó cuáles eran mis preferencias de colegios, yo le mencioné los dos que quedaban más cerca de mi casa. "A pata'e mingo" como hubiera dicho mi papá. Y cuál no fue mi sorpresa cuando me respondió que esos colegios no tenían "buen nivel socioeconómico". ¿Y entonces?
Le conté la conversación con el tutor de Manuel y lo que me dijo fue que el colegio de Manuel estaba mejor que los dos que estaban cerca de mi casa. Asi que como decía mi padre de nuevo: "o me agarran chingo o me agarran sin nariz".

Lo que me dijo a continuación fue que fuera a la puerta del colegio a la hora de salida para que viera la clase de gente que llevaba a sus hijos y entonces podía decidir si me gustaba o no ese colegio. No tuve que hacerlo, porque he pasado por ahí muchas veces y he visto a la gente entrando y saliendo del colegio. La verdad es que he visto mucho latinoamericano y algunos chinos. A diferencia del colegio de Manuel, que aunque también hay latinoamericanos, hay mucho español con tatuajes, piercings, sin dientes, gritones, malhablados y claramente descuidados.

Bueno, esto ya va para muy largo. Cada uno que saque sus propias conclusiones (básicamente porque tengo que ir a bañar a mis hijos y no tengo tiempo de seguir escribiendo).

martes, 12 de mayo de 2009

Los colegios, ¡ay los colegios!

La ocupación principal de esta última semana ha sido la inscripción en guarderías y colegios de mis tres hijos. Ha sido un proceso complicado, pero enriquecedor. He aprendido mucho de cómo funciona el sistema educativo Catalán, aunque no estoy segura de haber llegado a saber cómo saltarme las burocracias.

A pesar de que mi intención era ubicar a mis tres hijos en el mismo colegio, lo que parece es que van a estar en tres diferentes!

Manuel ya entró en el único en el que le consiguieron cupo cerca de la zona donde vivimos. Digo "cerca", y no "en la zona", porque en los colegios dentro de nuestra zona no había nada disponible. Nos queda a media hora caminando de la casa o a dos paradas de metro. Al principio no me pareció tan lejos, pero luego de dos semanas de llevarlo y traerlo todos los días, se me hace lejísimo. Sobre todo cuando tengo dos colegios a una cuadra de mi casa...

Lo que ahora nos toma una hora, podría tomarnos 15 minutos. Ahora no importa tanto, porque no tenemos horarios fijos, pero si algún día conseguimos trabajo, será un problema. Por eso, estamos tratando de ubicarlo en otro colegio, más cercano, para el año escolar que empieza en septiembre.

Y Yolanda parece ser la fuerza motora que lo puede halar. Resulta que como ella tiene discapacidad, es mucho más fácil que entre al colegio de nuestra elección. Digo que es más fácil, nada garantiza que va a ser así... Y una vez que ella esté adentro (si es que entra), es más fácil que Manuel entre, eso sí, cuando haya puesto... y eso no es nada fácil, porque la planta educativa de la ciudad está saturada, igual que su presupuesto. Hay muchos casos de niños que terminan matriculados en colegios fuera de su zona (como Manuel o peor). Por lo que me contaron los directores de los colegios que visité, se pre-inscriben más de 70 niños para un curso de 25.

El proceso de Yolanda es diferente al de los demás. A ella la evaluaron en el equipo de asesoramiento y orientacion psicopedagógica del departamento de Servicios Educativos de la Generalitat (el EAP). Ellos hacen un dictamen que se usa para su escolarización. En teoría, nosotros escogemos el colegio al que queremos que vaya, la pre-inscribimos y el EAP se encarga de que entre en algún colegio, tomando en cuenta como primera opción nuestra selección. Para eso, fui a visitar cuatro escuelas. Me enamoré de dos, especialmente de sus directores. En esas cortas visitas, me di cuenta de que con los recursos que tienen y el entorno que los rodea, estas escuelas se diferencian por el personal que las dirige y las conforma. Mis dos escuelas preferidas coicidieron con la recomendación del EAP y sus directores fueron las personas más amables y más comprometidas que encontré. Como es lógico, son las dos escuelas más solicitadas en los procesos de pre-inscripción. Lo que me da cierta esperanza es que las escuelas tienen la obligación de aceptar a dos niños con discapacidad por curso y me dio la impresión de que mi escuela preferida no tenía sino a uno en el nivel de Yolanda. Pero no estoy totalmente segura. Lo que si es seguro es de que no tienen ni un puestico en el nivel de Manuel. Sólo si un niño se retira podría ser que entrara. Claro, contando con que Yolanda ya esté adentro. Pero igual, presenté la pre-insripción de Manuel junto con la de Yolanda. Pensamiento positivo. La Ley de la atracción. Algo de eso tiene que funcionar.

Luego está el caso de Jorge. Resulta que hasta los 3 años no entran en las escuelas, sino que van a guarderías. Ninguna escuela tiene guardería. Así que no hay forma de que, al menos este año escolar que viene, estén los tres en el mismo lugar. El proceso de Jorge ha sido menos tortuoso pero igual de incierto. La guardería pública queda literalmente a dos minutos caminando, pero para variar, está llena. Y es más difícil, porque Jorge entraría ya en el último año. Y como el proceso de pre-inscripción es largo, no sabremos sino hasta junio si entró o no. Y si no entra, tendremos que ponernos a buscar guardería privada por la zona. Lo que no es fácil tampoco!

El día que abrió el proceso de pre-inscripción en la guardería, llegué yo de primera a la puerta del colegio. Cargaba conmigo un sobre lleno de todos los papeles que pensé que me podrían pedir, y los que no también. Me sorprendió ver que no había nadie haciendo cola. Yo esperaba encontrarme una fila de madres y padres desesperados por ser los primeros en inscribir a sus hijos. Algo así como cuando uno iba a comprar entradas de estudiante para el festival de teatro en el Teresa Carreño (perdonen los que no entiendan la referencia, pero sólo imagínense hordas de estudiantes acampando a las puertas de un teatro para comprar las mejores entradas a docenas de espectáculos a precios preferenciales). Pero no, yo entré solita y con mi sobre bajo el brazo, para enterarme 10 minutos después, bajo la paciente mirada de la directora del centro, que yo debía retirar el sobre con la planilla de inscripción y los requisitos, para luego entregarlo completo en la guardería dentro de los 10 días siguientes. Todas las solicitudes serían consideradas sin importar el orden de llegada. Casi que pidiendo perdón por mi absoluta ignorancia, recogí todos los papeles que había desplegado sobre el escritorio, me levanté con mi tercermundismo a cuestas y me fui a mi casa (Obviamente, para descubrir que me faltaban documentos que me ha tomado una semana conseguir).

Y es que el sistema de admisión es por puntos. Te dan puntos si tus padres trabajan en el centro o si tienes un hermano o hermana ya estudiando allí, te dan puntos por vivir en la zona inmediata al centro, puntos por ser de familia numerosa, puntos por renta disminuida (que no tengo idea de qué es ni tiempo de averiguarlo), puntos por discapacidad en la familia, puntos por enfermedades raras, en fin, te dan el puntaje que te toca y los que quedan empatados se sortean.

Así que me queda por lo menos mes y medio antes de saber cuál será el recorrido matutino a partir de septiembre.

miércoles, 29 de abril de 2009

Que bonita vecindad, no valdrá medio centavo, pero es linda de verdad

Los que crecieron viendo El Chavo entenderán la referencia del título. Y es que mi vecindario es un poco asi. Todos se conocen y hasta hay la bruja del 71.
La verdad es que Poblenou es como un pueblito. Tiene su zapatero remendón, su costurera, el parquecito infantil donde se reunen las mamás, la tiendita de ropa en la que ganas puntos, el butanero que pasa golpeando la bombona con una cabilla a cualquier hora... Es posible que muchos barrios de Barcelona sean asi, pero éste es el que yo conozco. Cuando se trata de hacer alguna diligencia doméstica (contrario a una diligencia administrativa), vamos caminando a todos lados y ya empezamos a saludar a la gente por el camino.

Pero como nada es perfecto, apareció la bruja del 71. Nos dejaron un anónimo por debajo de la puerta. Un anónimo! Pueden creer? Nos acusaba de ser la gente más escandalosa que había conocido (por lo que parece que conocemos al autor o autora del anónimo), que habíamos logrado que pusiera en venta su apartamento y terminaba diciendo que las puertas se podían cerrar sin tirarlas... Qué tal? Todo parece indicar que es la vecina de abajo, no creen? Pero no quiero hacer acusaciones injustificadas... Claro, cuentan en la vecindad que todo el mundo en el edificio ha tenido problemas con ella. Pero eso aun no es motivo para acusar, no?
La verdad sea dicha que mi apartamento tiene un montón de puertas. Sólo en el pasillo que comunica el área social con los cuartos hay 3. Y no me refiero a las puertas de los cuartos y baños, no. En el pasillo hay tres puertas. O sea, que para ir a mi cuarto tengo que abrir y cerrar 3 puertas, sin contar la de mi cuarto (me siento como el super agente 86). Y tratamos de mantenerlas cerradas para contener el área de desastre de mis hijos. Claro Manuel las abre y las cierra y no siempre lo hace con delicadeza... casi nunca...

De todas maneras, dado el carácter anónimo de la queja, decidimos no darnos por aludidos. Mi primera reacción fue bajar con la nota en la mano para preguntarle a la señora si la había escrito ella y decirle que era una cobarde por no decirnos las cosas directamente. Eso si, también tenía intenciones de disculparme por todo el daño que le podíamos haber causado... Pero intervino la voz de la razón, o sea José, y decidimos dejarlo así.

Igual no podemos dejar de estresarnos cada vez que Manuel tira una puerta, o cuando Jorge corre gritando por toda la casa, o cuando Yolanda tira una silla al piso.

martes, 28 de abril de 2009

Mi hijo el cuatriboleao

Finalmente estuvimos listos para matricular a Manuel en el colegio. O sea, ya estábamos empadronados, ya teníamos el título de familia numerosa, las tarjetas sanitarias, los certificados de nacimiento (a falta de libro de familia que debe llegar al consulado de Miami en algún momento para que nos lo envíen a España), y ya yo tenía el NIE. Así que nos fuimos al departamento de educación y metimos la solicitud. Para mi sorpresa me dijeron que volviera en dos días para que me dijeran dónde había cupo. Para mi aún mayor sorpresa, en dos días ya teníamos colegio para Manuel. No es de los que quedan cerca de la casa porque no había cupo, así que nos toca caminar como 25 minutos o ir en metro.

Total que el jueves fuimos al colegio, lo matriculamos, pagamos la comida, los materiales y los paseos y conocimos al tutor, que es como el profesor guia. Se llama Toni y es un muchacho joven muy simpático. Cuando digo joven quiero decir que está en sus treinta...

La secretaria del colegio (que por supuesto se llama Nuria como el 80% de las mujeres catalanas) nos atendió muy bien y tenía la información de Manuel a mano (sigo sorprendiéndome). Lo que no me sorprendió fue que nos empezara a pedir documentación que nadie nos había dicho que necesitábamos, como un certificado de convivencia que emite el Ayuntamiento. Pero fue tan amable como para dejarnos matricularlo a pesar de los documentos que faltaban.

Entonces nos preguntó que cuándo queríamos que empezara y nosotros le preguntamos a Manuel. Y él dijo "mañana", o sea el viernes. Luego nos preguntó si iba a almorzar y a quedarse todo el día y nosotros volvimos a preguntarle a Manuel y él dijo "si".
Y aquí viene la explicación del título de esta entrega, y es que aquí el colegio es hasta las 5pm y la comida es del comedor del colegio. Querer empezar inmediatamente, y estar dispuesto a quedarse todo el día, así sin anestesia, me pareció admirable (claro, prefiero no pensar que puede ser simplemente que Manuel está harto de nosotros y de andar para arriba y para abajo con sus padres caminando todo el día). La secretaria se mostró sorprendida, y algunos familiares pensaron que era muy fuerte para él, pero nosotros respetamos su decisión y lo llevamos al día siguiente.

Iba todo emocionado, pero yo podía ver que también estaba un poquito aprensivo. Cuando entramos y se unió al grupo de su salón inmediatamente lo rodearon los demás niños. Y ahí si que puso carita de angustia. Nos fuimos con el corazón arrugao. Pasamos todo el día pensando en él y pendientes del teléfono por si acaso había que irlo a buscar temprano. Pero no, a las 5pm estábamos en la puerta, emocionados como si estuviéramos esperando a un novio. Y salió feliz. Toni dijo que era un muchacho muy espabilao. Manuel nos contó que todas las niñas de su salón eran lindas y nos dijo con mucho orgullo que todas le habían hablado. Qué cómo se llamaban? Una se llamaba Nuria por supuesto y tres se llamaban María.

Que orgullosa me siento de mi hijo, carajo!

jueves, 23 de abril de 2009

I love Barcelona

Tengo la impresión de que lo que este blog refleja es que estamos pasando mucho trabajo. O al menos así lo ha interpretado alguno que otro amigo y familiar. No digo que no sea así, la verdad es que no ha sido fácil y en algunos momentos de elevado estrés ha provocado serias discusiones en mi usualmente armónico matrimonio.

Pero que quede claro, hasta ahora toda la familia está encantada con Barcelona. Y hay que ver que, viniendo del paraíso terrenal que es Key Biscayne, la barra estaba muy alta. Y estoy hablando en términos de vida familiar con niños pequeños. No se pongan con eso de que en Miami no hay vida cultural (que además a mi parecer hay un respetable esfuerzo por generarla), porque una pareja con tres hijos menores de cinco años y sin red familiar de apoyo no le da el tiempo ni las fuerzas para ir al teatro.

Decía que nos encanta Barcelona, porque además de la maravillosa y sorprendente arquitectura que hay por todos lados (y no es sólo Gaudí), y de la cultura que se respira y que te encuentras por la calle, hay parquecitos infantiles por todos lados. Unos más grandes y sofisticados y otros pequeñitos y básicos.
Pero los hay y han sido la salvación para mis hijos en estos días de interminables diligencias administrativas. Cuando la espera en una oficina es muy larga, siempre podemos salir un momentico al parque de la esquina a botar energía. O cuando ya no aguantan más caminar o estar en el coche, hacemos una pausa de media hora en un parque antes de continuar la peregrinación burocrática.

Y los bares. No bares en el sentido latino a los que uno va de noche a tomarse unos tragos, sino los innumerables bares españoles donde tomarse un café y comerse unas pastas dulces (para los niños... claro) o unas tapas. Los bares son para nosotros lo que los parques son para los niños.

Por otro lado, el tema del catalán no ha sido tan fuerte como lo esperaba. Yo igual tengo todas las intenciones de aprenderlo lo más pronto posible, pero no lo he sentido como una barrera. En Vilanova, el pueblo donde vive la familia de José se siente más el idioma. Se escucha más en la calle y te atienden en catalán en las tiendas. Aquí no. Aquí hay muchos extranjeros y la mayoría de ellos no habla catalán.

Asi es que, aunque estemos pasando un poco de trabajo con las diligencias y los ajustes a esta cultura tan diferente (tema de próximo blog), estamos contentos y disfrutando de esta ciudad que no deja de darnos sorpresas a la vuelta de cada esquina.

lunes, 20 de abril de 2009

Sentirse como en casa... no tiene precio

No hay nada como la ineficiencia burocrática para sentirse en casa.

A nosotros los latinoamericanos nos hace falta un poco eso de tener que pasar trabajo para hacer un trámite. Después de tres años en Miami y uno y medio en Londres, había olvidado el placer de recorrer varias oficinas gubernamentales para hacer un trámite que siempre es en otra parte y para el que siempre te falta un papel.

Para que alguien pueda sacarle un provecho a este blog, desde ya ofrezco mis servicios como experta en los trámites necesarios para vivir en Cataluña. Y no cobro.

Como mencioné antes en alguna parte de este blog, he vivido en 7 países durante mi vida (iba a decir "corta vida" pero después de los cuarenta eso ya no aplica...). Y juro que nunca había tenido que hacer tantos trámites como en esta oportunidad.

Ya antes había mencionado lo del empadronamiento una vez que tuviera una dirección definitiva. Bueno, una vez empadronado hay que sacarse el NIE. No se ofendan, no es un insulto, es el Número de Identificación de Extranjeros (para mi que soy Suiza y no Española como el resto de mi familia) y eso hay que hacerlo en la Policía Nacional, no en la catalana ni en la barcelonesa, y no en cualquier oficina, sino depende de la nacionalidad que tengas. Una vez que logras descifrar el lugar y el horario, haces la cola y cuando presentas los papeles resulta que la planilla que bajaste de internet para tratar de ser más eficiente no es la correcta y cuando te dan la que es, sólo tiene una sección diferente a la que ya llenaste y encima, te dicen que no la tienes que llenar... Pero lo más absurdo viene cuando te dicen que tienes que pagar una tasa en el banco y cuando preguntas en qué banco te dicen que no saben, que tienes que preguntar... Y uno piensa "y eso no es lo que estoy haciendo?" E inmediatamente piensas "y esta mujer no hace esto todos los días? No debería saber?" Pero es que no le da la gana de perder el tiempo explicándote que los cinco bancos que hay en 5 cuadras a la redonda sólo reciben el pago de esa tasa los martes y los jueves de 8:30 a 10:30 am y que como ese día era viernes estabas jodido... A menos que tuvieras cuenta en uno de esos cinco bancos, entonces sí podias hacer el pago... Eso lo averigué yo recorriéndome los cinco bancos y lo chistoso es que yo me enteré de que necesitaba el NIE porque traté de abrir una cuenta en uno de esos bancos. Total, que José tuvo que venir en mi rescate a pagar la tasa, llegó media hora antes de que cerrara la oficina de la policía, pagamos y 15 minutos antes de que cerraran me dieron mi papel.

En tres días de diligencias intensas sólo hemos podido hacer esos dos trámites. Y no porque no hayamos tratado de hacer todos los demás sino porque por diferentes razones hemos rebotado en las demás oficinas y además porque todas cierran a las 2pm, cuando logras terminar un papeleo ya es muy tarde para ir a otra parte. También tengo que admitir que entre el desajuste horario que todavía nos dura y la logística de salir con los tres niños sin saber a qué hora vas a regresar a tu casa, no hemos logrado salir temprano ni una vez.

Total que todavía nos falta ir a la oficina de Seguridad Social a sacar la tarjeta sanitaria para podernos enfermar, a la oficina de atención ciudadana de la Generalitat de Cataluña para sacar el título de familia numerosa, a la oficina del trabajo para registrarnos como españoles retornados, a la oficina de Bienestar Social para registrar a Yolanda y le puedan dar los servicios de incapacidad, a la oficina de educación para ubicar a mis hijos en un colegio, a la oficina del Consorcio de Normalización Linguística para inscribirme en los cursos de catalán (porque lo normal es que uno hable catalán) y a la sede de la Fundación Catalana de Sindrome de Down para inscribirnos. Creo que no se me olvida ninguno...

Al paso de una diligencia por día todavía nos queda una semana intensa por delante. Sin contar con que al mismo tiempo hay que comprar sábanas, toallas, edredones, cestas de ropa sucia, etc., etc., etc.

lunes, 13 de abril de 2009

¡Adeu everybody!

Yo no se si en el largo plazo Manuel seguirá tan feliz como está ahora, pero verlo disfrutar de sus primos, de sus abuelos y de sus tíos como lo está haciendo es una delicia. Manuel era el que más me preocupaba con la mudanza. De nuestros tres hijos, es el único que se da cuenta... o por lo menos el único capaz de expresarlo.

Los primeros días después de la llegada, en Barcelona, no hacía sino preguntar que cuándo iba a empezar el colegio. Obviamente, estaba harto de nosotros y de sus hermanos. Pero luego descubrió Vilanova y el mundo de la familia. Toda la familia de José (papá y mamá, tres hermanos y una hermana con sus respectivas parejas e hijos, tíos, primos, hijos de los primos, etc.) viven en Vilanova, un pueblo de 50.000 habitantes a 40 minutos en tren de Barceona. La primera vez que fuimos a pasar el fin de semana se quedó cuatro días. Así de simple. Un tío lo invitó a dormir en su casa y al él le pareció estupendo. Al día siguiente, la abuela lo invitó a quedarse en su casa, aún mejor. La semana siguiente, el mismo tío nos fue a visitar en Barcelona y se lo llevó con él a Vilanova hasta el día siguiente. Dos días más tarde volvimos a Vilanova porque había fiestas varias el fin de semana. Total, que de las dos semanas que llevamos en Barcelona, Manuel ha pasado más tiempo en Vilanova que en Barcelona. Y él está flipando, como dicen aquí. Le encanta tener primos con quienes jugar. Le encanta la idea de poder jugar en la calle. Le encanta aún más poder quedarse a dormir en casa de alguien diferente cada vez. Disfruta mucho el tiempo que comparte con su abuela, y está descubriendo tíos muy cheveres.

Además, por alguna razón desconocida, se han organizado muchas reuniones familiares ultimamente. Primero, fue los huevitos de Pascua. Aqui tengo que aclarar que en España no se buscan los huevitos de Pascua como se hace en Venezuela o en Miami, así que ésta reunión la organizamos nosotros para que Manuel no lamentara tanto perderse los huevitos de Pascua de su colegio que eran tres días después de nuestra partida. Al dia siguiente había una cachapada (para los que no conocen el término, cachapa es como una panqueca de maíz que se come con queso blanco fresco. ¡Delicioso!). El fin de semana siguiente, los padrinos le entregaban la mona a sus ahijados (la mona es un ponqué o una figura de chocolate que todo padrino le regala a su ahijado para que se la coma al día siguiente. No me pregunten por qué el ahijado tiene que esperar hasta el día siguiente, pero eso me dijeron). Y la madrina de José organizó una repartidera de mona masiva, porque entre ella y su esposo tienen como ocho ahijados en la familia. Y al día siguiente hubo una fiesta de cumpleaños de una prima.

A todas estas, no sólo Manuel ha disfrutado un mundo, Yolanda y Jorge no se quedan atrás. Hay que aclarar que mis hijos heredaron todos la disposición al show business de mi abuela Cecilia (mi adorada abuelita trabajó toda su vida en radio y televisión y aún, con 95 años, hace cine, radio de vez en cuando, da entrevistas y no se pela la oportunidad de montar un show en cualquier fiesta). El hecho es que los tres se deben a su público y les encanta ser el centro de atención. Ni que decir tengo que en estas reuniones familiares, han tenido la mejor oportunidad de desplegar todos sus encantos. Y lo han hecho a cabalidad. Yolanda ha repartido besos y abrazos a diestra y siniestra y ahora le dio por exhibir su panza (una barriga muy grande que tiene) para que uno le haga cosquillas. Jorge anda en un estado de excitación pura constante. Corre por todos lados y grita "holaaaaaaa" a todo el mundo que se encuentra en el camino. Además, ha descubierto los trenes y cada vez que ve uno (a cada rato si contamos el metro, el tranvía y los trenes regionales) grita "¡teeeeeeeeen!" y saluda con las dos manos.

Ya Manuel empezó a usar las expresiones que usan sus primos. Ahora dice "que chuli" en vez de "que chévere" o "que cool" que usaba antes. Ya dice "vale" al final de algunas frases. Todavía dice muchas cosas en inglés, pero ya se dio cuenta de que no puede jugar en inglés como hacía en Miami, porque sus primos no lo entienden. Y el catalán aparece por ahí de vez en cuando.

Hoy cuando nos despedíamos de todo el mundo en la fiesta, Manuel gritó lleno de felicidad "¡Adeu everybody!"

domingo, 12 de abril de 2009

Ya tenemos apartamento… digo piso

No teníamos mucho tiempo para ver apartamentos. Cuando planificamos la llegada a Barcelona, alquilamos un apartamento de temporada por tres semanas pensando que ese era tiempo suficiente para encontrar algo. En realidad, la idea no era buscar mucho. Teníamos apuro por tener una dirección definitiva porque en este país no se puede hacer nada antes de estar empadronado, es decir, antes de registrarse con las autoridades municipales. Y para empadronarse hay que tener una dirección. Una vez empadronado, puedes inscribir a tus hijos en un colegio, registrarte en el sistema de salud, y especialmente importante, nosotros podremos registrar a nuestra hija Yolanda para que reciba la atención que necesita.

El hecho es que no calculamos que teníamos la Semana Santa en el medio. Y en este país, en Semana Santa no trabaja NADIE. No hay nada abierto, con excepción de algunos restaurantes. Así que vimos todo lo que pudimos ver entre lo que estaba disponible dentro de nuestro presupuesto en los días previos a la Semana Santa. Pero no puedo decir que hayamos visto mucho. La mayoría de los apartamentos que llamamos por anuncios en internet estaban ya alquilados, otros nunca respondieron el teléfono y en la mayoría de las fincas que fuimos (fincas inmobiliarias son las oficinas de agentes inmobiliarios) no había casi nada que nos sirviera.
Cuando llegué a Miami (primero escribí Estados Unidos, pero después lo cambié por Miami, porque no es lo mismo…) me sorprendió que todos los agentes inmobiliarios (o realtors) compartían la información de las propiedades disponibles. Hay una base de datos a las que los realtors tienen acceso y allí buscan lo que necesita el cliente. Si el cliente toma una propiedad que lleva otro realtor, se comparte la comisión. Por lo tanto, lo único que diferencia un realtor de otro es el servicio, no las propiedades que maneja. Al principio me pareció muy extraño, pero luego me di cuenta de que el que gana es el cliente. O en todo caso, esa es la teoría.

En España no funciona así. Cada finca inmobiliaria tiene su cartera y al cliente le toca ir de finca en finca busando lo que necesita. Se imaginarán que con los tres niños pequeños caminando por Barcelona no podíamos ponernos a buscar fincas. Nos parábamos en las que encontrábamos por el camino, pero ninguna nos sirvió de mucho. Lo bueno, es que desde el principio decidimos la zona en la que queríamos buscar y eso nos facilitó mucho la vida porque no fuimos de aquí para allá por toda Barcelona, sino que nos movimos por una zona relativamente pequeña.

Antes de mudarnos a Barcelona me parecía difícil que un apartamento de 100 metros tuviera 3 habitaciones. Cuando empezamos a buscar en internet no podía creer que anunciaran apartamentos de 60 metros con 3 habitaciones. Luego me di cuenta de que el estándard de 3 habitaciones era 80 metros. Requirió un trabajo psicológico arduo aceptarlo. Vimos uno de 108 metros y casi que firmo la oferta en el momento, si no es porque José me pidió que esperáramos. El alquiler era un poco alto y no incluía gastos de mantenimiento, que había que pagar por separado y además, el apartamento estaba completamente vacío por lo que había que hacer una inversión importante para equiparlo. Pero a mi me encantaba la ubicación y la distribución del apartamento.

Luego vimos otro que quedaba en un edificio maravilloso. Tenía piscina, parque infantil y cancha de basquet y además el alquiler estaba dentro del presupuesto y si incluía los gastos de mantenimiento. Aun no había entrado al apartamento y ya lo quería…aunque fuera de 80 metros. Pero luego entré en el apartamento y dejé de quererlo. Sentí claustrofobia al entrar, los muebles se amontonaban en la sala y el comedor y los cuartos eran mínúsculos y también estaban completamente cubiertos de muebles. Y se alquilaba amoblado…

Y entonces sucedió el milagro. Apareció en internet: 160 metros cuadrados, cuatro habitaciones y a tres cuadras de la playa… pero estaba amoblado. A estas alturas ya tenía miedo de los amoblados, había visto otro que tenía unos muebles con los que no se podía vivir, así que a estas alturas prefería amoblarlo yo. Pero sucedió el milagro de la conformidad. No los hubiera comprado, pero eran perfectamente vivibles. Y además, tenía muchas gavetas y mucho espacio para guardar cosas. Y ERAN 160 METOS CUADRADOS! Aun no hemos firmado el contrato, pero ya hicimos la reserva. Gracias a la Semana Santa, tenemos que esperar hasta la semana que viene para firmar.

miércoles, 8 de abril de 2009

La Primera Crisis

No tardó mucho en llegar. Empezó a asomar su fea cara durante la primera noche cuando me cai de la cama. No solo me cai de la cama, sino que me clavé en la espalda el coche de Jorge que estaba doblado en el piso entre la cama y la pared. Podrá parecer gracioso, pero lo que me causó fue una gran arrechera (digase “gran molestia“, para los no versados en la jerga vulgar venezolana).

A ver si me explico. Venimos de Miami, donde toooodo es graaaande, incluidos los espacios para vivir. Donde nuestro cuarto tenía una cama King y aun así sobraba un montón de espacio donde cabía cómodamente la cuna de Jorge, una mecedora, un escritorio grande con su silla, dos mesas de noche, una silla, un baúl antiguo y las cajas de compras mayameras que llegaban de parte de amigos y familiares que usaban mi dirección como shipping address. Llegamos a Barcelona, donde la suite (o sea, la habitación principal que tiene su propio baño) tiene espacio para una cama doble (no Queen, doble) y dos mesas de noche mínimas. La cama linda con la pared por tres de sus cuatro lados, y la distancia entre la cama y la pared por dos de sus lados es de aproximadamente 50cms. No, ya va, exagero, es de aproximadamente 30cms. El segundo cuarto es menos de la mitad del tamaño del cuarto de mis hijos en Miami, y el tercer cuarto, es del tamaño de mi closet mayamero.

Así que al día siguiente de la llegada a Barcelona me levanto con el doloroso recuerdo de la caida en mi espalda, decidida a vaciar las maletas para ver si encuentro algo que nos proteja del frío entre los cinco cambios de ropa de primavera-verano que trajimos. Para completar el mal humor que ya bullía dentro de mi cabeza (unido al comprensible cansancio y desajuste mío y de mis hijos -denme chance, estoy tratando de disculparme a mí misma-), se cumplió la amenaza del meteorólogo (o el méteo) y amaneció lloviendo. Y no es por justificarme todavía más, pero desde siempre, la lluvia me deprime.

Decía que me puse a vaciar las maletas. Aquí tengo que decir que el apartamento al que llegamos es muy lindo y está decorado con muy buen gusto, parece de revista… pero no tiene ni una sola gaveta (a excepción de dos en la cocina). Los closets, reducidos como es de esperarse, no tienen gavetas. Yo no se los demás, pero yo no puedo vivir sin organizar mis cosas en gavetas, así sea en cajas de zapatos. Una gaveta para mi ropa interior y otra para la de mi esposo. Una gaveta para mis medias y otra para las de mi esposo. Una para mis camisetas (franelas, remeras o como las llamen) y dos para las de mi esposo. Y así. Sin contar con que tenía un closet mínimo para José y para mi, y otro también mínimo para mis tres hijos.

Cuando vi todo el contenido de las maletas desparramado por el piso y el espacio que tenía para ponerlo, entré en crisis. A ver si me entienden, yo no estaba pensando solamente en lo que tenía allí frente a mí, sino en lo que venía por barco. Y no sólo en la ropa, sino en los juguetes. Por supuesto, que a la crisis no le faltó el componente de autocompasión y la dosis de arrepentimiento por haberme traído tantos juguetes… y tantos libros… y tantos CDs (por cierto que lo escribo y digo en mi mente “cidis”, tengo que acostumbrarme a decir cedés).
Pero tenía que resolver, así que tomé unas cestas muy lindas que estaban en los baños, donde estaban el secador de pelo y el papel toilet, y las convertí en las gavetas de mis hijos. Pero por favor, no vayan a imaginarse la actitud positiva ante la adversidad y la música de fondo triunfante, no no no no, todo esto lo hice con la autocompasión y el mal humor de aderezo.
Para completar, cuando finalmente terminé de apilar las cosas de cualquier manera en todos los closets, y hasta usé las maletas para guardar las cosas que no iban a ser de uso frecuente, llegó uno de mis cuñados con una bolsa llena de ropa de invierno para Yolanda que le mandaba mi suegra. En vez de recibirla con el agradecimiento que merecía, y en vez de sentir la felicidad que dá el tener familia que se preocupe por uno y salga al rescate cuando uno lo necesita, sólo lo vi como más ropa que apilar en los ya congestionados closets. Mi pobre cuñado salió regañado… maté al mensajero como dicen.

Estaba tan en crisis que ni siquiera quise hablar con mi cuñada querida cuando llamó a saludarnos y a darnos la bienvenida.

En mi defensa, debo decir que al final del día, la crisis había pasado. Uf! Menos mal, porque no creo que hubiera podido vivir conmigo misma en ese estado de insoportabilidad.

¿Que cómo lo superé? Bueno, aquí tengo como un lapsus, porque no recuerdo en qué momento me di cuenta de lo banal de mi preocupación. Eran sólo unas simples gavetas, y éste no era el apartamento en el que iba a vivir. Sólo tenía que asegurarme de que el apartamento que alquiláramos definitivamente tuviera una visión más práctica de la vida de una familia numerosa.

Eso, y el sacudón que me dio José. El pobre, no sólo no entendía mi crisis (al fin y al cabo, nosotros habíamos venido a Barcelona muchas veces y ambos sabíamos perfectamente a lo que veníamos) sino que tampoco podia vivir con tanta insoportabilidad (porque obviamente, la crisis trajo consigo peleas y frases desafortunadas). Y no se calaba que mis hijos se la tuvieran que calar. Así que me enfrentó y me lo dijo. Y también me recordó que estábamos juntos en esto y me dijo esta simple frase que me puso en perspectiva: “Nosotros somos la misma pareja que decidió tener a Yolanda”.

Esa noche, mi estatus en facebook fue “I’m happy again. I’m singing, just singing in the rain”.

Afuera en Barcelona seguía lloviendo.