domingo, 25 de abril de 2010

Sant Jordi: De libros y rosas, pero nada santo

El viernes pasado (23 de abril) fue el dia de Sant Jordi en Cataluña. Puede parecer un dato sin importancia, pero sólo alguien que no haya vivido esta fecha en Cataluña, especialmente en Barcelona, puede considerarlo como una fecha como cualquier otra.
El día de Sant Jordi en Cataluña es el día de los enamorados que generalmente se celebra el 14 de febrero en otro países. Pero eso tampoco es lo que hace esta fecha especial. Lo realmente especial, es que es el día del libro. Aja, dirán, es el día internacional del libro declarado por la Unesco desde 1996. Internacional, es decir, en todo el mundo, ¿que tiene de especial en Cataluña? Bueno, que además tiene connotaciones autonómicas, es decir, de reivindicación de la cultura catalana.

Entonces, ¿qué sale de todo esto? Un día muy especial. Pero como todo lo que pasa está estrechamente ligado a la leyenda de Sant Jordi, empezaré por echarles el cuento brevemente (prometo tratar de ser breve).


Hay varias versiones, pero en líneas generales va así: Había un reino, que actualmente se identifica con la ciudad de Montblanc en Cataluña, donde había un dragón muy poderoso que tenía aterrados a todos los habitantes del pueblo y se comía todos sus animales. Como el dragón siempre tenía hambre, empezaron a sortear a las jóvenes del pueblo para ofrecérselas al dragón (¿han visto el machismo? sólo a "las jóvenes del pueblo"). El Rey también puso a la princesa en el sorteo (aquí varían las leyendas, en algunas el rey lo hizo voluntariamente porque era un gran rey, y en otras el pueblo se sublevó y lo obligó a meter a su hija en el sorteo... no se por qué, pero me inclino por la segunda...). Resulta que un día salió la princesa en el sorteo y el rey tuvo que aceptar el destino (aquí también varían, ¿adivinan? en unas lo aceptó sin rechistar, incluso negándose a aceptar cambiarla por otra como le ofrecieron y en la otra, el rey ofreció dinero para hacer el cambio, pero el pueblo no lo aceptó... ¿por cuál se inclinan ustedes?). El asunto es que cuando la princesa iba camino a la cueva del dragón, un caballero llamado Jordi (o Jorge) supo del triste destino de la princesa y decidió salvarla, luchando contra el poderoso dragón y venciéndolo. La leyenda termina diciendo que allí donde se derramó la sangre del dragón, creció un hermoso rosal de rosas rojas.

La costumbre en Cataluña es que ese día los hombre regalan una rosa roja acompañada de una espiga a las mujeres (rosa roja: pasión, espiga: fertilidad) y las mujeres regalan un libro a los hombres. Como ven, se mantiene el machismo simbólico: las mujeres, para quererlas y procrear, los hombre para instruirse...

Pero lo verdaderamente especial del día, es la celebración del libro. Barcelona se ve prácticamente asaltada por puestos de ventas de libros con descuentos y todo centro cultural que se precie, o todo espacio público de cierta importancia, tiene agendada una firma de libros con los autores de moda. Obviamente es una gran fecha para las editoriales, que aprovechan para lanzar títulos y exhibir a sus autores.

La rambla de Barcelona se convierte en un río de gente. Y las ramblas menores y plazas no se quedan atrás. Las escuelas organizan salidas para ver las actividades que complementan la exhibición de libros, también pasan la semana preparándose para la fecha (por lo que uno tiene días ya escuchando la leyenda en catalán, canciones y viendo dibujos). Además, las aceras se inundan de gitanas e inmigrantes que venden rosas a la exorbitante suma de €5 la rosa! Claro, también hay jóvenes catalanes que venden rosas para recaudar fondos para sus colegios y otras causas, pero son los menos.

Yo no había captado la dimensión del día en toda su extensión hasta que me pasaron dos cosas. Primero, estuve siguiendo los Tweets de un escritor madrileño que vino a firmar libros por primera vez a Barcelona en Sant Jordi. El señor alucinaba. Tuvo cuatro firmas en lugares diferentes de la ciudad y desde cada una mandaba reportes de lo increíble que era ver las colas de gente para obtener firmas y además, siempre le tocaban unos escritores divertidísimos o reverenciadísimos al lado (cada mesa tiene a varios escritores firmando libros). Puede sonar tonto, pero ver a un escritor consagrado, profesor universitario, a quien yo admiro y sigo en su blog, disfrutar como un niño la experiencia de Sant Jordi me llamó la atención.

Lo segundo que me rompió un poco los esquemas fue atravesar la Plaza de Catalunya el viernes a las 5pm. Además del gentío que había en la plaza (más del gentío normal ese día a esa hora) había una fila larguíiiisima que casi le daba la vuelta a la plaza y que por lo que pude ver, comenzaba en uno de los puestos de libros. Le pregunté a una muchacha (adolescente hay que aclarar como casi todos los integrantes de la fila) por uqé hacían fila y me contestó (en ese tono de exasperación de los adolescente que en este caso significaba "¿por qué más va a ser?") que era para firmar un libro. Ajá, ¿de qué autor?, "de Federico Maccio" (ya sin exasperación y me dio la impresión de que era sustituida por cierta adoración). Hágase notar que puedo escribir el apellido correctamente, porque lo primero que hice al llegar a mi casa fue googlear el nombre del autor para saber quién carrizos era ese señor que causaba tanto furor entre los adolescentes.

Total, que estos dos hechos me hicieron darme cuenta de la dimensión del día de Sant Jordi. Yo, por mi parte, le compré un libro a cada uno de mis hijos... si a Yolanda también! y uno a mi esposito. Yo recibí una rosa para ponerme en la solapa de parte de mi cuñada Ana, quien, sospecho, sabía que no me iba a tocar nada más...