sábado, 16 de mayo de 2009

Yolanda la reina de la parranda


Una de las razones por las que nos vinimos a Barcelona fue la atención que podía recibir Yolanda. Y desde que comenzamos los trámites de su inserción en el sistema de atención precoz y en el educativo, todos nos han tratado de convencer de que se hace muy poco para lo que se podría hacer. Y el motivo siempre es el mismo: falta de presupuesto. Si hasta en Estados Unidos se quejaban de eso. Todos los años había convocatorias de los grupos de "advocacy" para pedir más presupuesto o para luchar contra un recorte del presupuesto. También había los que se quejaban de la cantidad de presupuesto que tenían los programas para niños con problemas de desarrollo y del poco presupuesto que tenían los programas para los niños excepcionales. En esos temas tan delicados, en los que se juega la felicidad de un ser querido, es difícil estar conforme con lo que hay.
Lo que si es verdad aquí, es que la teoría, o lo que es lo mismo, lo que dicen las páginas web, no se corresponde con lo que hay en el mundo real. Y la verdad es que no se por qué me sorprende. Si siempre es así...
Hay varios frentes que atacar: el médico, el educativo y el de atención precoz. Y en el de atención precoz están los centros de atención del gobierno y la Fundación Catalana de Síndrome de Down. Entre todos llevamos 11 citas, entre reuniones, consultas, evaluaciones, visitas, etc. Y nos faltan, que sepamos, otras 11.
Y Yolanda va conquistando corazones en todos lados. Claro, ella no ha ido a todas esas citas, pero a casi todas. Y siempre queda la gente impresionada y encantada. De su simpatía, de su viveza, de su capacidad de atención, de su nivel de desarrollo y de su ternura. Nosotros, por supuesto, como el pavo real. Y orgullosos a más no poder.
Mientras no empieza el colegio la metimos en una guardería, y las maestras están que no se lo pueden creer. Ella se integró desde el primer día, participa en todas las actividades y entiende todas las indicaciones sin problemas. La directora nos paró el otro día para decirnos que Yolanda "era una pasada", o sea, que era una maravilla (o así lo interpreté yo...).
La verdad es que Yolanda es un ser muy especial. A veces me pregunto si es así porque tiene Síndrome de Down o si es así porque ella es así y punto. Para ir por la calle con ella hay que estar dispuesto a interactuar con la gente, porque ella va saludando a todo el mundo o simplemente se les para al lado y empieza a jugar con ellos. Y la gente siempre termina hablando con uno. En el parque no hay que preocuparse por ella en lo más mínimo. Siempre encuentra con quién jugar o ella misma va y adopta a alguien. Son muy pocos los que se le resisten.
Desde que llegamos a Barcelona, pareciera que decidió empezar a hablar, porque se ha soltado de una manera impresionante. Ella siempre ha balbuceado y gesticulado mucho, pero ahora empezó a decir palabras claramente y además a poner dos palabras juntas, cosa que normalmente no parece gran cosa a los padres, pero a nosotros, que estamos pendientes de cada nueva letra que pronuncia Yolanda, el día que saludó a su abuela con "Hola abuela" nos pareció un día maravilloso.

jueves, 14 de mayo de 2009

Discriminación o xenofobia?

Yo pensaba que la xenofobia era una clase de discriminación, pero si consultamos el diccionario en internet (¿cuál otro se consulta hoy en dia?) wordreference.com, xenofobia es "odio u hostilidad hacia los extranjeros" y discriminación es "ideología o comportamiento social que separa y considera inferiores a las personas por su raza, clase social, sexo, religión u otros motivos ideológicos". Loque parece que uno peude ser xenófobo, pero no discriminar a alguien que viene de otro país. Aunque suene difícil de creer que si yo odio a alguien porque viene de China (por poner un ejemplo... aunque eso significaría que odio a un montón de gente) no lo voy a considerar inferior a mi o le voy a dar el mismo tratamiento y las mismas oportunidades que a alguien de mi mismo país.

Y siguiendo las reflexiones, me pregunto si juzgar a todo un grupo de gente según los estereotipos también es una forma de discriminar.

Se preguntarán a qué vienen todas estas reflexiones. Y es que en toda esta búsqueda del santo grial en la que se ha convertido la escolarización de mis hijos (exagero un poquito para aumentar el drama del relato, pero todo eso lo aprendí de mi abuelita, así que échenle la culpa a ella) nos hemos encontrado con una discriminación del immigrante un poco condescendiente. Escribo esta palabra porque no encuentro otra mejor para expresarlo, pero no estoy segura de que sea exactamente lo que quiero decir...

Antes de contar lo que hemos visto, tengo que aclarar que en ningún momento nos hemos sentido discriminados nosotros. Nunca he escuchado la palabra "sudaca" en el mes y medio que llevamos aquí. Y muy pocas veces nos preguntan la nacionalidad.
Este es el cuento. Si leyeron la entrega pasada, sabrán que Manuel empezó hace un par de semanas en un colegio un poco alejado de nuestra casa porque no había puesto en los de por acá. Como debe ser, el tutor (asi llaman al profesor del salón) nos convocó a una reunión para que le contáramos y contarnos (el tema de esa conversación será motivo de oootra entrega del blog... si algún día me pongo al día con todos los temas que quisiera tratar). Y una de las cosas que nos dijo, era que le parecía "chocante" que Manuel hubiera sido asignado a ese colegio. Nosotros no entendíamos nada, porque entre otras, no hubo otra opción (en el sistema público, claro). El asunto es que, viviendo nosotros en Poblenou, veníamos de otro nivel socioeconómico, o eso decía él. Nuestra primera reacción fue no darle importancia porque nos parecía que Manuel sólo podría beneficiarse de mezclarse con niños de diversas procedencias y que era bueno que se enterara de que había gente que vivía de manera diferente, por no decir, con menos.

Pero ese no era su enfoque. Los niños con problemas en la casa, nos dijo, no tenían el mismo rendimiento en el colegio y podían tener comportamientos agresivos con sus compañeros. Y el colegio se convierte más en un refugio que en un centro de enseñanza académica. Esa es otra vaina, pensé yo. Pero, y acaso en colegios de nivel socioeconómico más alto, no hay problemas en la casa? no hay acceso a las drogas porque hay con qué comprarlas? no hay abandono de los hijos por padres excesivamente ocupados con el trabajo u otras actividades?

Pero la cosa no se queda ahí. Unos días más tarde, estuve en la evaluación psicopedagógica de Yolanda por parte del departamento de Servicios Educativos, para poder asignarle un colegio de la zona. Cuando la evaluadora me preguntó cuáles eran mis preferencias de colegios, yo le mencioné los dos que quedaban más cerca de mi casa. "A pata'e mingo" como hubiera dicho mi papá. Y cuál no fue mi sorpresa cuando me respondió que esos colegios no tenían "buen nivel socioeconómico". ¿Y entonces?
Le conté la conversación con el tutor de Manuel y lo que me dijo fue que el colegio de Manuel estaba mejor que los dos que estaban cerca de mi casa. Asi que como decía mi padre de nuevo: "o me agarran chingo o me agarran sin nariz".

Lo que me dijo a continuación fue que fuera a la puerta del colegio a la hora de salida para que viera la clase de gente que llevaba a sus hijos y entonces podía decidir si me gustaba o no ese colegio. No tuve que hacerlo, porque he pasado por ahí muchas veces y he visto a la gente entrando y saliendo del colegio. La verdad es que he visto mucho latinoamericano y algunos chinos. A diferencia del colegio de Manuel, que aunque también hay latinoamericanos, hay mucho español con tatuajes, piercings, sin dientes, gritones, malhablados y claramente descuidados.

Bueno, esto ya va para muy largo. Cada uno que saque sus propias conclusiones (básicamente porque tengo que ir a bañar a mis hijos y no tengo tiempo de seguir escribiendo).

martes, 12 de mayo de 2009

Los colegios, ¡ay los colegios!

La ocupación principal de esta última semana ha sido la inscripción en guarderías y colegios de mis tres hijos. Ha sido un proceso complicado, pero enriquecedor. He aprendido mucho de cómo funciona el sistema educativo Catalán, aunque no estoy segura de haber llegado a saber cómo saltarme las burocracias.

A pesar de que mi intención era ubicar a mis tres hijos en el mismo colegio, lo que parece es que van a estar en tres diferentes!

Manuel ya entró en el único en el que le consiguieron cupo cerca de la zona donde vivimos. Digo "cerca", y no "en la zona", porque en los colegios dentro de nuestra zona no había nada disponible. Nos queda a media hora caminando de la casa o a dos paradas de metro. Al principio no me pareció tan lejos, pero luego de dos semanas de llevarlo y traerlo todos los días, se me hace lejísimo. Sobre todo cuando tengo dos colegios a una cuadra de mi casa...

Lo que ahora nos toma una hora, podría tomarnos 15 minutos. Ahora no importa tanto, porque no tenemos horarios fijos, pero si algún día conseguimos trabajo, será un problema. Por eso, estamos tratando de ubicarlo en otro colegio, más cercano, para el año escolar que empieza en septiembre.

Y Yolanda parece ser la fuerza motora que lo puede halar. Resulta que como ella tiene discapacidad, es mucho más fácil que entre al colegio de nuestra elección. Digo que es más fácil, nada garantiza que va a ser así... Y una vez que ella esté adentro (si es que entra), es más fácil que Manuel entre, eso sí, cuando haya puesto... y eso no es nada fácil, porque la planta educativa de la ciudad está saturada, igual que su presupuesto. Hay muchos casos de niños que terminan matriculados en colegios fuera de su zona (como Manuel o peor). Por lo que me contaron los directores de los colegios que visité, se pre-inscriben más de 70 niños para un curso de 25.

El proceso de Yolanda es diferente al de los demás. A ella la evaluaron en el equipo de asesoramiento y orientacion psicopedagógica del departamento de Servicios Educativos de la Generalitat (el EAP). Ellos hacen un dictamen que se usa para su escolarización. En teoría, nosotros escogemos el colegio al que queremos que vaya, la pre-inscribimos y el EAP se encarga de que entre en algún colegio, tomando en cuenta como primera opción nuestra selección. Para eso, fui a visitar cuatro escuelas. Me enamoré de dos, especialmente de sus directores. En esas cortas visitas, me di cuenta de que con los recursos que tienen y el entorno que los rodea, estas escuelas se diferencian por el personal que las dirige y las conforma. Mis dos escuelas preferidas coicidieron con la recomendación del EAP y sus directores fueron las personas más amables y más comprometidas que encontré. Como es lógico, son las dos escuelas más solicitadas en los procesos de pre-inscripción. Lo que me da cierta esperanza es que las escuelas tienen la obligación de aceptar a dos niños con discapacidad por curso y me dio la impresión de que mi escuela preferida no tenía sino a uno en el nivel de Yolanda. Pero no estoy totalmente segura. Lo que si es seguro es de que no tienen ni un puestico en el nivel de Manuel. Sólo si un niño se retira podría ser que entrara. Claro, contando con que Yolanda ya esté adentro. Pero igual, presenté la pre-insripción de Manuel junto con la de Yolanda. Pensamiento positivo. La Ley de la atracción. Algo de eso tiene que funcionar.

Luego está el caso de Jorge. Resulta que hasta los 3 años no entran en las escuelas, sino que van a guarderías. Ninguna escuela tiene guardería. Así que no hay forma de que, al menos este año escolar que viene, estén los tres en el mismo lugar. El proceso de Jorge ha sido menos tortuoso pero igual de incierto. La guardería pública queda literalmente a dos minutos caminando, pero para variar, está llena. Y es más difícil, porque Jorge entraría ya en el último año. Y como el proceso de pre-inscripción es largo, no sabremos sino hasta junio si entró o no. Y si no entra, tendremos que ponernos a buscar guardería privada por la zona. Lo que no es fácil tampoco!

El día que abrió el proceso de pre-inscripción en la guardería, llegué yo de primera a la puerta del colegio. Cargaba conmigo un sobre lleno de todos los papeles que pensé que me podrían pedir, y los que no también. Me sorprendió ver que no había nadie haciendo cola. Yo esperaba encontrarme una fila de madres y padres desesperados por ser los primeros en inscribir a sus hijos. Algo así como cuando uno iba a comprar entradas de estudiante para el festival de teatro en el Teresa Carreño (perdonen los que no entiendan la referencia, pero sólo imagínense hordas de estudiantes acampando a las puertas de un teatro para comprar las mejores entradas a docenas de espectáculos a precios preferenciales). Pero no, yo entré solita y con mi sobre bajo el brazo, para enterarme 10 minutos después, bajo la paciente mirada de la directora del centro, que yo debía retirar el sobre con la planilla de inscripción y los requisitos, para luego entregarlo completo en la guardería dentro de los 10 días siguientes. Todas las solicitudes serían consideradas sin importar el orden de llegada. Casi que pidiendo perdón por mi absoluta ignorancia, recogí todos los papeles que había desplegado sobre el escritorio, me levanté con mi tercermundismo a cuestas y me fui a mi casa (Obviamente, para descubrir que me faltaban documentos que me ha tomado una semana conseguir).

Y es que el sistema de admisión es por puntos. Te dan puntos si tus padres trabajan en el centro o si tienes un hermano o hermana ya estudiando allí, te dan puntos por vivir en la zona inmediata al centro, puntos por ser de familia numerosa, puntos por renta disminuida (que no tengo idea de qué es ni tiempo de averiguarlo), puntos por discapacidad en la familia, puntos por enfermedades raras, en fin, te dan el puntaje que te toca y los que quedan empatados se sortean.

Así que me queda por lo menos mes y medio antes de saber cuál será el recorrido matutino a partir de septiembre.