viernes, 21 de agosto de 2009

De la siesta y otras cosas

Nunca en mi vida fui de dormir siesta. Nunca lo necesité. De hecho, si dormía de día me levantaba con dolor de cabeza. No se si alguna vez formulé este pensamiento, pero mirando en retrospectiva, creo que yo consideraba que dormir siesta era de flojos o de trasnochadores. Parecía protestante yo, en vez de la niña de colegio católico de monjas que soy... O que era.

Después de tener a mi primer hijo, comencé a desear el sueño como a un bien de lujo. Para cuando tuve el tercero, dormir se había convertido en algo así como el Santo Grial, en algo deseado, pero nunca alcanzado. Y sin embargo, seguía sin dormir siesta.

No se si era yo, pero nunca conseguía que mis tres hijos durmieran al mismo tiempo, lo que significaba que siempre había uno despierto... Y yo con él... O ella…

Y entonces nos mudamos a Barcelona. Y ahora vivo en el mundo de la siesta vespertina de una o dos horas diarias. Y se ha dado el caso de una siesta de tres horas.

Hay varios factores que se juntaron para que esto fuera asi. Los horarios españoles donde todo abre tarde y cierra tarde con el intervalo de 2 a 5pm para la siesta. El hecho de que José está en la casa a esa hora y era el único que podía obligar a Manuel a dormir. Las idas a la cama alrededor de la medianoche haciendo las cosas que no se pueden hacer con los niños alrededor (o sea, limpiar, doblar ropa, revisar facebook, etc… y de vez en cuando, simplemente estar junticos). Los entrenamientos matutinos que unidos al ritmo incansable de los niños nos dejan agotados el resto del día. Y por supuesto, el desempleo. El delicioso desempleo (Ojo, delicioso por ahora que sólo van cuatro meses. Dentro de seis meses hablamos). De hecho, en los días que no puedo dormir siesta por el trabajo ocasional o alguna cita o compromiso, me convierto en una zombie insoportable.

Ultimamente Manuel ha comenzado a rebelarse. No lo culpo, en estas vacaciones tiene muy poca actividad física. El pobre obedece a la orden de ir a dormir, pero después de que lleva media hora dando vueltas en la cama sin poderse dormir, llega el inevitable "mami, no tengo sueño". Por lo general yo me acabo de dormir y por lo general le respondo con una frase tan egoísta como antipática: "sigue intentando, cierra los ojos y quédate calladito". La sola posibilidad de quedarme sin siesta elimina de un plumazo todo el instinto maternal.

Pero ya no se puede obviar esta situación, por lo que le he sugerido que se lleve un libro a la cama y se entretenga mientras nosotros dormimos. Y ha funcionado… por media hora… asi que estamos igual.

El tema de la inactividad física me preocupa un poco. Cuando decidimos no inscribir a los niños, especialmente a Manuel, en un campamento de verano (un casal como dicen aqui) hicimos muchos planes. Los casales son muy caros, así que siempre iba a ser más barato hacer paseos en tren o por la ciudad. Con lo que no contábamos era con las actividades de los adultos. Entre el programa diario de radio de Jose en las mañanas y mis clases de catalán en las tardes, no nos queda mucho tiempo para hacer planes. El periodo de tiempo que tenemos libre es entre las 11am y las 5pm, que son las horas de más calor y además, Yolanda y Jorge si tienen que dormir la siesta. El asunto es que el pobre Manuel se aburre y acumula energía, es decir, se pone insoportable!

Eso si, si no duerme la siesta, no da tanta guerra para dormir en la noche. Hay que mirar todas las caras de la moneda...

Asi es que todo apunta a que los tiempos felices de la siesta española se acabaron… al menos para uno de los dos adultos de esta casa.

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