viernes, 21 de agosto de 2009

Las pequeñas cosas

Este blog lo comencé a escribir hace un mes. Mi estado de ánimo no era el mejor y cuando llegué a la parte quejona lo dejé, porque me gusta regodearme en la autocompasión, pero prefiero hacerlo en privado.
Así que hoy lo retomo con otra visión. Aquí va.


Las pequeñas cosas


Nos tenemos que dar con una piedra en los dientes.

Me acabo de despedir de mi familia en pleno a la entrada del edificio para ir a la oficina. Ellos iban a llevar a Yolanda a la guardería, que es la única que todavía tiene actividad escolar. Jorge y Yolanda gritaban "adios mamá!" y se despedían con la mano, mientras Manuel lloraba agarrado al coche porque no podía venir conmigo. Jose, guapísimo con casi 10 kilos menos, en su rol de padre y esposo amoroso.

Aun no cumplimos cuatro meses de haber llegado a Barcelona y nuestra vida va en camino de estar muy bien resuelta. Los niños están todos inscritos en colegios (Yolanda finalmente quedó en el mismo colegio que Manuel). Yolanda ya está insertada en el sistema de atención precoz de Cataluña. La familia de José ha creado un microsistema de planes de fin de semana, actividades y juegos para los tres.

Yo tengo un pie en el mercado laboral con mi mini trabajo de la Fundación de Sindrome de Down, que disfruto mucho y además es una gran escuela. El catalán va progresando y creo que lograré un nivel aceptable en poco tiempo.

José está feliz con sus cursos de cocina y pronto comienza el curso de chef en serio. Mientras tanto creó una compañia con la que hace trabajos free-lance de comunicación y acaba de conseguirse un programa de radio diario de dos horas.

Esas son las grandes líneas que definen la felicidad: pareja, hijos, familia, casa, trabajo. Pero entonces viene la letra pequeña, las cosas mezquinas que lo hacen a uno sentirse culpable por no ser completamente feliz cuando tiene todo lo importante.



Hasta aqui escribí hace un mes. Hoy lo retomo tratando de mantener cierto grado de honestidad en este blog.

Hablaba de las cosas pequeñas. Que si estás gorda, que si cachifeas mucho, que si no tienes vida, que si no puedes salir al cine o a comer con tu pareja, que si te hace falta la vida con amigos de toda la vida.

Tengo que reconocer que he pasado por momentos duros en los que estas pequeñas cosas se han convertido en montañas y me han tapado la visión de conjunto. Son los árboles que no me dejan ver el bosque.

Pero, como dice el joropo "hoy todo me parece más bonito, hoy canta más alegre el ruiseñor".

Eso si, pueden estar seguros de que habrá más autocompasión, habrá más momentos en que me pregunte, o nos preguntemos, si hicimos lo correcto. Esta vaina no es fácil. Y sería ingenuo de mi parte pensar que lo va a ser pronto. Creo que nos queda un tiempo relativamente largo antes de que lo hayamos logrado.

Pero como dice José, lo importante es la dirección del cambio, no la magnitud.

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